Otros me dicen que tengo el derecho, que me fue dado por Dios, de tener una vida libre de problemas, mucho dinero y salud.
Ese concepto acerca de Dios, donde Él es un supercomputador programable, listo y capaz de llevar a cabo cualquier tarea que requiramos, es herético, y la mayoría de nosotros lo sabe. Pero hay una creencia falsa a la cual sucumbimos con frecuencia, y es ésta: si uno obedece a Dios, el éxito está garantizado.
¿Qué sucede cuando la vida no coincide con esta creencia? ¿Qué de la esposa que recibe correos electrónicos diciendo que si tuviera un poco más de fe, Jesús curaría a su esposo del cáncer que ha hecho metástasis en todo el cuerpo?
¿Y qué de la familia de cinco personas que volvió del campo misionero, sintiéndose "fracasada"?
El error está en ver a Jesús a nuestra imagen, en vez de verlo como en realidad es. De alguna manera hemos hecho que su evangelio sea una paradójica mezcla de salud, felicidad y éxito, junto con el mensaje de servir a los demás y morir a nuestro yo personal. Es verdad que la vida que Él nos ofrece, es una vida de gozo y paz, pero ¿son nuestra felicidad y nuestro éxito en la tierra lo que Él busca realmente?
Jesús busca su gloria, no simplemente nuestra salud y felicidad.
Después de que la vitalidad de su esposo se consumió, mi amiga Sheri estuvo luchando con la imagen que ella tenía de Dios. Pero en los dos insoportables meses que transcurrieron entre el diagnóstico de Steve y el momento en que se encontró con Jesús cara a cara, él rebosaba de alabanza y gratitud. Su deseo era que su Salvador recibiera toda la gloria en la lucha que estaba teniendo.
Durante la prueba, unas pocas personas bienintencionadas "animaron" a Sheri a ejercitar más su fe, para que Dios pudiera sanar a Steve, como si ella no hubiera orado o llorado ya bastante. Sheri me dijo: "Dios me dio fe por el carácter de Él, no por si decidía responder mis oraciones de la forma que yo quería. Nuestro consuelo no es su mayor deseo. Lo que Él más quiere es su gloria. Y el Señor es el único que sabe cuáles son las circunstancias que producirán nuestra verdadera adoración a Él".
Mi esposo Patrick y yo asistimos al funeral de Steve, y la gloria de Dios estuvo presente allí de una manera poderosa. Steve no experimentó la curación aquí en la tierra, pero vivió una vida que apuntaba hacia el cielo en medio de las dificultades, para que otros pudieran ser testigos de la grandeza de Dios actuando en él. Steve vivió las palabras de Juan el Bautista acerca de Jesús: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe" (Jn 3.30).
Jesús busca su reino, no nuestro plan de éxito personal.
Fue mi familia la que regresó del campo misionero antes de lo previsto, sintiéndose fracasada. Un tiempo después, una amiga me preguntó si quizás habíamos malentendido la voz de Dios antes de ir a Francia.
Le respondí: "La pregunta que haces es una con la cual estoy luchando. Pero después de meditarlo, me doy cuenta de que hicimos lo que Dios nos pidió que hiciéramos. Su llamamiento no nos garantizaba el éxito; Él únicamente pedía obediencia. Y esto es lo que me tranquiliza. Al pensar en lo que vivimos, soportamos problemas tras problemas, demasiados para contarlos. Pero salimos adelante. Sí, heridos y agotados por la lucha, pero aún amando a Jesús. Esto me recuerda a Santiago 1:2-4: ‘Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna’".
¿Fue fácil seguir a Jesús al otro lado del mundo? No. ¿Cuestionamos a Dios? Algunas veces. ¿Nos sentimos derrotados por tener que volver a casa? Desde luego que sí ¿Por qué razón? Porque al regresar antes de tiempo con poco que mostrar en cuanto al trabajo que hicimos, no parecíamos haber tenido "éxito". Es posible que nunca sepamos el porqué de nuestro "fracaso", pero lo que sí sabemos es que Dios es soberano y perfectamente capaz de glorificarse a sí mismo, incluso por medio de nuestras frustraciones.
Una cosa está clara: la experiencia vivida por nuestra familia, y asimismo la lucha que tuvieron Sheri y Steve, me ha curado de la idea falsa de que cuando uno hace las cosas "bien", tiene éxito. Los discípulos obedecieron fielmente llevando el evangelio, tal como Jesús les ordenó, aunque al final la mayoría de ellos sufrió un brutal martirio. Como dice Hebreos en su lista de los fieles, "Y todos éstos… no recibieron lo prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros" (11.39, 40).
Veo en mi mente cómo está cosechando Steve "aquello mejor" ahora mismo. A pesar de su enfermedad y de lo que parecían deseos no cumplidos, veo a Jesús diciéndole: "Bien, buen siervo y fiel" (Mt 25.21-23). En medio de mis propias luchas, mi oración es que mi vida llegue a merecer esas palabras cuando me encuentre finalmente con mi Salvador. Mientras tanto, sé qué es lo que Él esta buscando: librarnos de las limitaciones de un modo de pensar concentrado en nosotros mismos, y así es como nuestro gozo será cumplido en Él.