¡Tenemos que pagar un alto precio por seguir al Señor! Una vez me detuvieron por predicar y pasé tres años en la cárcel.
Aquí en China, es difícil creer en Dios. Cuando nos reunimos o predicamos, corremos el riesgo de ser detenidos. Si nuestra fe no fuera real, al punto de dar la vida por el Señor, ¡sería un camino muy difícil! Es verdad.