Es un pensamiento alentador saber que el Espíritu Santo, este «otro Consolador», que es el don del Salvador resucitado, posee el poder resucitador de Jesucristo. Es el Espíritu el que da vida. La resurrección de un cuerpo muerto demuestra su poder para resucitar un alma muerta en pecado a una nueva vida.
¿Quién no ha visto un funeral? ¿Quién no ha enterrado a un amigo? Podemos fácilmente descubrirnos cuando pasa el cortejo funeral. Pero solo Jesucristo puede sacar la carga de dolor del corazón apenado de los enlutados. Como solía decir D. L. Moody, «Jesús echaba a perder cada funeral al que asistía». La noche más negra de dolor la puede transformar Él en resplandor de mediodía.
Aquí tenemos:
I. Una mujer afligida. Sus circunstancias revelan
1. UN PASADO DOLOROSO. «Ella era viuda» (v. 12). La escena del lecho de muerte de su marido, la partida desgarradora, el funeral lleno de llanto, y la atemorizadora soledad que sobrevino; estos eran dolores pasados, pero quizá el paso apaciguador del tiempo había amortiguado su agudeza. Puede que en el pasado hayamos tenido profundas convicciones de pesado, cuando los placeres del mundo perdieron en parte su atractivo, y que poco a poco esta herida del corazón sanó.
2. UN PRESENTE AMARGO. «He aquí que sacaban a enterrar un difunto, [su] hijo único». Ha venido otra sazón de prueba; otra vez ha cubierto el cielo de ella la negra oscuridad del dolor. Una vez más se encuentra cara a cara con la muerte. Aprende que si el Espíritu te despierta por segunda vez, el pasado agravará en gran manera la miseria del presente.
3. UN FUTURO SIN ESPERANZA. Éste era el funeral de un «hijo único de su madre» (v. 12). La única fuente de su consuelo y ayuda le había sido cortada. Se encuentra ahora sin esperanza, sin promesa, absolutamente desolada, pero a los tales es a los que Jesús se acerca.
Es solo cuando estamos «sin fuerza» que el poder de Dios se manifiesta en favor nuestro. Los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Todas las futuras perspectivas que ella abrigaba estaban, como el siervo del centurión, «a punto de morir». Pero la Resurrección y la Vida están a mano.
II. Un Amigo Todopoderoso. «Un amigo en la necesidad es un amigo de verdad.» Cuanto más se acerca ella a la tumba, tanto más cerca se acerca al Salvador dador de vida. La hora más oscura es la hora antes del alba.
El dolor que dura una noche se volverá en gozo por la mañana cuando Jesús regrese. Jesús se encuentra con el funeral, la vida y la muerte entran en contacto, y la debilidad, el dolor y la frustración terrenales en esta mujer son suplidos por la fortaleza, la consolación y la esperanza celestiales en Jesucristo. La ruina del pecado y el remedio de Dios se han encontrado. ¿Cuáles son los resultados?
1. UNA EXPRESIÓN DE SIMPATÍA. «Cuando el Señor la vio, fue movido a compasión sobre ella» (v. 12). Tan pronto como el Señor la vio, el amor de su corazón se derramó hacia ella. Aunque ella era aún una extraña a su simpatía, Él no es un extraño al dolor de ella. En verdad, el aguijón en el sufrimiento humano es la inconsciencia que hay de la divina compasión.
2. UNA INUSUAL PALABRA DE CONSUELO. «Le dijo: No llores» (v. 12). ¿No llores? ¿Pensará ella que estas palabras han sido dichas en son de burla? ¿Acaso no sabe Él que se trata de un «hijo único de su madre… viuda»? Pero Él sabía lo que iba a hacer.
Podemos secarnos las lágrimas cuando Él nos lo indica, por amargas que estas sean. Pero quizá no se trata tanto de tus lágrimas como de tus ansiedades que Él quiere que quites de ti, diciendo, «no os afanéis por vuestra vida», etc. (Mt. 6:25), por cuanto Él mismo sabe qué hará.
3. UNA DETENCIÓN OPORTUNA. «Él se acercó, y tocó la camilla mortuoria, y los que la llevaban se detuvieron» (v. 14). Éste fue el toque de detención de la misericordia que salva. Un poco después, y el joven habría sido enterrado fuera de la vista de todos. ¿Quién detendrá el alma que el tiempo, como un carruaje funerario, está llevando al sepulcro de la eterna condenación si no se encuentra a Jesucristo por el camino?
4. UNA ORDEN EXTRAÑA. «Joven, a ti te digo, ¡levántate!» (v. 14). ¿Quién es éste que ordena a los muertos que resuciten? Es el que habla como un teniendo autoridad. Así como la venida de la luz ordena a las tinieblas que se desvanezcan, así la venida de su Palabra implica el poder de vencer. La ignorancia puede cavilar allí donde la fe es bendita. Él es poderoso para salvar, Aquel que habla, y es hecho.
5. UN CAMBIO MARAVILLOSO. «El muerto se incorporó y comenzó a hablar» (v. 15). Un ejemplo de uno renacido por la Palabra de Dios. ¡Qué cambios introduce su Palabra dadora de vida! Aquel que hacía un minuto yacía yerto, frío, silencioso y corrompiéndose está ahora resplandeciendo con el calor de una nueva vida, y puede dar testimonio mediante sus palabras de su poder de resurrección. Es ahora nueva creación, las cosas viejas han pasado, todas han sido hechas nuevas.
6. UNA FELIZ REUNIÓN. «Él se lo dio a su madre» (v. 15). Oh, ¡alabadle por su ternura! ¡No solo salvó al hijo de la muerte, sino que además lo entregó (lo dio de vuelta como suyo propio), para consuelo de la desgarrada viuda! Ella podría decir con verdad:
«Este mi hijo muerto era, y ha revivido». De ella fue un saboreo anticipado de la comunión y gozo en la reunión en el cielo. La Muerte ha sido vencida, y los seres amados se reencuentran en presencia del viviente Hijo de Dios.
7. UN RESULTADO GLORIFICADOR DE DIOS. «El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios» (v. 16). Los que sigan a Jesús tendrán siempre abundancia de motivos para glorificar a Dios, porque verán cosas grandes y poderosas hechas por Él.
Sí, Jesús será glorificado en cada palabra que Él pronuncie. Todas sus palabras y obras le alabarán. Será para siempre para alabanza de su gracia que «A otros salvó», y que debido mismo al poder de su amor por nosotros, «A Sí mismo no se pudo salvar» (cf. Mt. 27:42).