1 Reyes 16.25-34
Omri detenta el poder por la violencia (25-28). Omri era un general que llegó al poder mediante un golpe de estado (16) y dos guerras civiles (17-21-22).
Desgraciadamente, siguió en los pecados religiosos de Jeroboam con más denuedo que nunca.
Trasladó la capital de Siquem a Samaria, que fue la residencia de los demás reyes de Israel hasta que Salmanasar el asirio destruyera ese reino, según 2 Reyes 18.9-10.
Acab se convierte en un idólatra empedernido (29-34). Hasta Acab, el culto oficial en el reino del norte, se tributaba a Jehová, el Señor, Dios de Israel y de todas las naciones.
Pero Acab acabó con todo ese sentido de adoración e hizo algo peor: se postró ante los dioses que ningún poder tenían.
A esto añadió el casamiento con la terrible Jezabel, símbolo en la Biblia de la maldad pagana (Apocalipsis 2.20). Ella incitó a Acab (21-25) a edificar un templo a Baal en su nueva capital.
Quiso, por lo tanto, reemplazar en forma oficial la religión del Señor por la de Baal, dios fenicio-cananeo, que también significa “señor”, pero a quien se le rendía un culto cruel, licencioso y a quien sus seguidores a veces le ofrecían victimas humanas.
En cuanto a la imagen de Asera, se utilizaba para un rito de fertilidad muy repugnante. Se creía que la diosa cananea tenía una relación más o menos directa entre la conducta de los adoradores y la naturaleza.
Por eso se daba una demostración de la fertilidad humana, para estimular a la naturaleza a brindar sus frutos.
Oración. Ay, Señor, hoy tenemos muchos otros objetos de adoración. No son ya las imágenes o los altares o los dioses de madera.
Hoy tenemos la posición social o la clase social a que pertenecemos, la denominación o confesión religiosa que aceptamos. ¿No veneramos estos modernos dioses en ocasiones, Señor?