Dios, el Dador de la Creatividad y el Talento
En su mano están las profundidades de la tierra, y las alturas de los montes son suyas. Suyo es también el mar, pues él lo hizo, y sus manos formaron la tierra seca.
(SALMOS 95.4–5, rvc)
La historia ha visto una buena cantidad de genios. Albert Einstein, el científico del pelo revuelto, desarrolló la teoría de la relatividad. Wolfgang Mozart fue un niño prodigio de la música, que empezó a componer obras maestras a la edad de cinco años. Marie Curie, famosa por su investigación pionera en la radioactividad, se convirtió en la primera persona que obtuvo dos premios Nobel.
Los talentos no se detienen con el conocimiento académico. Los seres humanos también pueden hacer que sus cuerpos realicen cosas asombrosas: clavar una pelota de baloncesto, hacer un salto mortal hacia atrás sobre una barra de equilibrio de diez centímetros de anchura, tocar prestissimo (¡a la velocidad del rayo!) el piano y correr los mil quinientos metros lisos.
Nuestro cuerpo y nuestro cerebro son increíbles. Piensa en ello por un momento: si los hombres y las mujeres son capaces de semejante genialidad, ¡cuánto más inteligente y trascedente a nuestra comprensión limitada es Aquel que nos creó!
¿Has entendido los versículos de hoy? El Señor no se ha limitado a escalar una montaña elevada, ni ha recorrido todo un continente, ni ha viajado a la más profunda fosa oceánica. No ha memorizado simplemente las secuencias del ADN, ni ha resuelto los problemas de matemáticas más difíciles. Salieron de su asombroso poder y su gran talento. De modo que si Dios tiene la inteligencia, la capacidad artística, la creatividad y el poder suficiente para dejarnos con la boca abierta, ¿por qué no confiarle tu propia vida?
Oración
Señor, no llego a concebir ni una fracción de lo que haces. Tu brillantez me abruma. No puedo creer que quieras tener una relación conmigo. Sin embargo, yo también la deseo, así que mi corazón y mi vida son tuyos.
Publicado: Editado: 14226