¿Edificamos la Iglesia para Cristo o para Nosotros?

¿Edificamos la iglesia para Cristo o para nosotros? Cuando Su fuego revele nuestras obras

Cuando Él nos inspeccione con Su fuego escrutador, ¿detectará que hemos edificado sobre el fundamento de Jesús empresas propias?

“Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica.” 1 Corintios 3:10

Nuestro Señor no se refiere aquí a un precio que tengamos nosotros que calcular, sino a un coste que Él ya había considerado.

El coste habían sido los treinta años en Nazaret, aquellos tres años de popularidad, escándalo y odio, la insondable agonía que experimentó en Getsemaní, y el asalto que padeció en el Calvario eje central sobre el que giran el tiempo y la eternidad.

Jesucristo ha calculado el coste.

Y nadie, en un análisis final, puede mofarse ni decir de Él: “Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar” (14:30).

Las condiciones del discipulado, dadas por nuestro Señor en los versículos 26, 27 y 33 significan que los que va a utilizar en Sus magnas empresas de edificación son aquellos en quienes Él ya lo ha hecho todo.

“Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo” (14:26).

Este versículo nos enseña que los únicos que nuestro Señor empleará en Su labor de construcción son aquellos que le aman personal y apasionadamente, y con devoción absoluta, que le aman con un amor que va mucho más allá que cualquiera de sus relaciones más estrechas de la tierra. Son condiciones estrictas, pero gloriosas.

Todo lo que edificamos será revisado por Dios.

Cuando Él nos inspeccione con Su fuego escrutador, ¿detectará que hemos edificado sobre el fundamento de Jesús empresas propias? (1 Corintios 3:10-15).

Estamos viviendo la era de las grandes empresas, una época en la que todos intentamos llevar a cabo grandes proyectos para Dios. Siendo consecuentes, hemos de admitir que no es dado a nosotros el edificar para Dios.

Es Jesús quien, como périto arquitecto, nos toma para dirigirnos y controlarnos en Sus empresas y Sus planes de edificación; y nadie tiene derecho alguno a exigir dónde quiere trabajar.