Tal rey, tal pueblo (32.1-3). El rey ideal (que hacia el pasado recuerda al rey David; y hacia el futuro apunta al rey mesiánico) es aquel que implanta un orden en el que el débil, el expuesto, el pequeño encuentran protección, refugio y seguridad.
Cuando el gobierno es así, el pueblo alcanza sensatez y discernimiento. Aun los menos dotados encuentran entendimiento y expresión, según el v. 4.
Dos caminos, dos destinos (33.13-17). El juicio de Jerusalén debe servir de enseñanza acerca del destino de la maldad y la injusticia (14).
Los versículos 14 a 16 son un eco del Salmo 24.3-6. La ciudad con “fundamento”, el reino de justicia, está abierto a los que se comportan como el rey (15). El privilegio mayor de los tales es estar en la presencia del rey de justicia (17).
Buscar el reino y su justicia. Sin duda estos pasajes buscan su realización definitiva en el rey de justicia, Cristo Jesús, el rey humilde y de los que se humillan, y en la esperanza del establecimiento definitivo de su reino, en su manifestación final y gloriosa.
Si comparamos estos pasajes con las bienaventuranzas por ejemplo (Lucas 6.20-26), veremos la correspondencia muy clara. Ser discípulo de Jesús es participar anticipadamente de este reino de justicia que él ha comenzado y completará.
Para pensar. Meditemos en la forma en que en nuestra época y lugar, traduciríamos las demandas de Isaías 33.15. Pensemos tanto en nuestras acciones directas como en las consecuencias de acciones más indirectas: nuestros diversos quehaceres por ejemplo.
Oración. Hagamos del Salmo 51.10 nuestra oración de hoy.