“Jesucristo subió a los cielos, y está sentado a la derecha de Dios Padre todopoderoso”.
“Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios”.
El cuerpo de Cristo fue glorificado desde el instante de su resurrección como lo prueban las propiedades nuevas y sobrenaturales, de las que desde entonces su cuerpo disfruta para siempre.
Pero durante los cuarenta días en los que él come y bebe familiarmente con sus discípulos y les instruye sobre el Reino, su gloria aún queda velada bajo los rasgos de una humanidad ordinaria.
La última aparición de Jesús termina con la entrada irreversible de su humanidad en la gloria divina simbolizada por la nube y por el cielo donde él se sienta para siempre a la derecha de Dios.
Sólo de manera completamente excepcional y única, se muestra a Pablo en una última aparición que constituye a éste en apóstol.
El carácter velado de la gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus palabras misteriosas a María Magdalena: “”Todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios Y vuestro Dios”.
Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y trascendente de la Ascensión marca la transición de una a otra.
Esta última etapa permanece estrechamente unida a la primera es decir, a la bajada desde el cielo realizada en la Encarnación. Sólo el que “Salió del Padre” puede “volver al padre”: Cristo.
Nadie ha subido al cielo sino en que bajó del cielo, el Hijo del hombre”.
Dejada a sus fuerzas, la humanidad no tiene acceso a la “Casa del Padre”, a la vida y a la felicidad de Dios. (Destituido)
Solo Cristo ha podido abrir este acceso al hombre, “ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de de seguirlo en su Reino”.
“Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”. La elevación de la cruz significa la elevación en la Ascensión al cielo. Es su comienzo.
Jesucristo, el único Sacerdote de la Alianza nueva y eterna, no “penetró en un Santuario hecho por mano de hombre, sino en el mismo cielo, para presentarse ahora ante el acatamiento de Dios a favor nuestro”.