Juan 13.21-38
Lo más infame de la historia: la traición de Judas (21-30). Este trozo es desgarrante. Jesús amó a Judas hasta el fin y una y otra vez le dio oportunidad de arrepentirse, de hacer pública su terrible hipocresía, de convertirse en hombre honesto en lugar de ladrón, y, sin embargo, éste le pagó con la vergüenza de la traición.
Por eso, Judas se ha convertido en el símbolo de la infamia, y todos los que siguen su misma canallada, producen una aguda herida en el corazón de Jesús.
Claro que Cristo conocía de antemano la intención de su discípulo. Pero hay que leer lo que dice el Salmo 41.9 para darse cuenta de cuán desconsoladora es la traición de un amigo íntimo.
El más grande mandamiento: el amor (31-35) ¿Qué es el amor? El amor es aquello que desplaza el egoísmo en la vida.
Es lo que llega a sacrificarse por el amado. Es la actitud de comprender la necesidad del otro y meterse en ella.
Es perdonar de manera tal que no quede ni una pequeña raíz de amargura. Es no buscar la felicidad propia en desmedro de los demás. Es no poner límites al servicio y la entrega.
La profecía más dolorosa: la negación de Pedro (36-38) Judas y Pedro se parecen y se diferencian por una enorme distancia. Judas traiciona a Cristo y Pedro lo niega con maldiciones y juramentos.
Pero Judas rechaza el amor y el perdón de Cristo, en cambio Pedro, lo procuró momentos después con muchas lágrimas.
Uno premeditó la traición, el otro reventó por el punto más débil. Ambos pecaron con desastrosas consecuencias.
Pedro, sin embargo, lo recordamos como mártir de Cristo, y a Judas, como quien entregó a Cristo al martirio.
Para pensar: ¿En qué sentido nosotros también negamos y traicionamos a Cristo en esta época?
Oración: Me da temblor, Señor, pensar que te puedo traicionar y negar. ¡Cuántas veces lo hago en el año! Perdón, Señor, perdón.
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