"Yo, pues, he oído de ti que puedes dar interpretaciones y resolver dificultades. Si ahora puedes leer esta escritura y darme su interpretación, serás vestido de púrpura, y un collar de oro llevarás en tu cuello, y serás el tercer señor en el reino" Daniel 5:16.
El rey Belsasar hizo un gran banquete a mil de sus príncipes y bebía mucho vino. En el jolgorio mandó traer los vasos de oro y plata que Nabucodonoso, su padre, había traido del templo de Jerusalén. Bebieron en ellos sus invitados, sus mujeres y concubinas; y alabaron a los dioses.
Pero ocurrió, en medio de la fiesta, un hecho sobrenatural: aparecieron los dedos de una mano que escribió en la pared -ante el rey horrorizado- una escritura arcana.
Ninguno de los magos, caldeos y adivinos, los sabios del rey, pudo interpretar el sentido de esa escritura. Todos estaban perplejos. Entonces llamaron a Daniel, el visionario judío, en quien habitaba el espíritu de sabiduría, de inteligencia y de conocimiento para descifrar cualquier misterio. El profeta rechazó los dones del rey pagano e hizo la lectura.
Pero antes le refirió como Dios había tratado la soberbia de su padre Nabucodonosor y como éste depuso su actitud reconociendo que sólo Dios tiene dominio sobre los hombres. "Y tú, su hijo Belsasar, no has humillado tu corazón, sabiendo todo esto".
El rey se burló de lo sagrado, dando alabanza a sus ídolos, despreciando a Dios. Por eso el dedo de Dios escribió en la pared encalada: "Mene, mene, tekel, uparsin" que significa: "Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin. Pesado has sido en balanza, y fuiste hallado falto. Tu reino ha sido roto, y dado a los medos y a los persas". Esa misma noche fue muerto Belsasar y Darío de Media tomó el reino. Nadie puede burlarse de Dios.
Él no es vengativo pero sí justo y paga a cada uno conforme a sus obras y a lo que hay en su corazón. Si dentro de ti hay soberbia y no quieres reconocer su Señorío, Él no te destruirá pero sí te tocará con su dedo poderoso y quizás, como a Nabucodonosor, te haga pasar un demencial tiempo de soledad y sufrimiento, hasta que reconozcas tu incapacidad de gobernarte a ti mismo y cedas el dominio de tu vida a Él.
Si lo desafías, como hizo Belsasar, sólo te herirás a ti mismo. Nadie puede contender con Dios. A hombres y mujeres fuertes, un Dios Fuerte, parece decirnos este pasaje. Mas a los dóciles es predicado el Evangelio. De los mansos es el Reino, de los que se someten como blandas y delicadas ovejas a su Pastor.
No resistas a Dios. Él te ama y quiere tu bien. Hay Escrituras que descifrar, hay misterios que podrás comprender, hay profecías para ti, si aceptas de Dios el regalo de su salvación. Tú también puedes ser escogido como Daniel y poseer en ti el Espíritu de sabiduría, inteligencia y conocimiento.
Tú también puedes ser un buen samaritano, sumiso y lleno de amor.