La Navidad sin el nacimiento
Pastor Tony Hancock
Una niña se subió a las piernas de Santa Claus en una tienda, y el hombre le preguntó: "¿Qué quieres que te traiga este año?" La niña lo miró con cara de asombro. "¿No recibiste mi email?" - le respondió. Esta niña, como muchos niños más, se había encargado de la cosa más importante - avisarle a Santa Claus lo que quería de regalo.
¿Cómo sería la Navidad si no fuera la celebración del nacimiento de Cristo? Algunos piensan que sería casi igual, pero pensemos un momento. No habría Santa Claus, porque Nicolás, el hombre que está detrás de la leyenda de Santa Claus, era un hombre cristiano que ayudaba a los pobres motivado por su fe en Jesús.
No habría regalos, porque esta costumbre refleja los regalos que los magos le trajeron a Jesucristo. Es más, todas las contribuciones que ha hecho el cristianismo a la sociedad no existirían. Los hospitales, en muchos casos, fueron fundados por cristianos. Las grandes universidades - Harvard, Yale, Princeton - empezaron como seminarios para preparar pastores.
La ciencia moderna surgió en un ambiente cristiano. Es interesante que se hicieron descubrimientos científicos en otras culturas antiguas, pero nunca surgió una ciencia organizada y progresiva como la que surgió en el oeste. La ciencia moderna sólo pudo surgir en un ambiente cristiano, donde se creía en un Dios que había creado un universo lógico y comprensible.
Podríamos seguir mencionando más cosas, pero con esto basta para comprobar que el mundo sería muy diferente si Jesucristo no hubiera nacido. Pero quizás el efecto más serio es éste: no habría ningún remedio por nuestro pecado. Pablo escribió lo siguiente a los corintios: "Y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es ilusoria y todavía están en sus pecados." (1 Corintios 15:17)
Lo que él dice de la resurrección es igualmente cierto del nacimiento de Cristo: si Cristo no hubiera venido al mundo, no podría haber muerto por nuestros pecados - ni habría resucitado para llevarnos a la vida eterna. Cristo no vino solamente para que pudiéramos tener una celebración de su nacimiento el 25 de diciembre; de hecho, no sabemos en qué fecha nació El.
Más bien, El vino para rescatarnos del pecado. El Hijo eterno de Dios, el que ha vivido siempre en unión con el Padre, un día abandonó todos sus privilegios en el cielo y nació como un bebé. Leamos acerca de esto en Filipenses 2:5-11:
2:5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
2:6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
2:7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
2:8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
2:9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
2:10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
2:11 y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Aquí encontramos un antiguo himno, algo que los cristianos cantaban para celebrar lo que Cristo había hecho por ellos. El apóstol Pablo lo cita para enseñarnos que debemos tener la misma actitud que tuvo Cristo. ¿Qué fue lo que hizo Jesucristo? Hizo dos cosas: sacrificó algo valioso, y salió de lo cómodo.
Observemos con cuidado estas palabras. Al comienzo de todo, Cristo existía en igualdad con el Padre, siendo por naturaleza Dios. En otras palabras, El poseía todas las cualidades de Dios - su poder, su gloria, su sabiduría, su santidad. Pero no consideraba que esto era algo a lo que se tenía que aferrar.
En otras palabras, cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo planeaban nuestra salvación, el Hijo no dijo algo así: "¡Cómo creen que voy a dejar todos los privilegios que tengo aquí en el cielo, y vivir entre esa mugrosa gente pecadora! No, yo tengo que seguir viviendo aquí como Dios. Estoy aferrado a lo que ahora tengo."
Más bien, Cristo se rebajó voluntariamente. Sacrificó algo muy valioso, que era su condición divina y sus privilegios como Dios. Cuando estaba en el cielo, los ángeles lo servían y lo adoraban. Cuando llegó a la tierra, la gente se burlaba de El; hasta le escupieron la cara y lo azotaron. Cuando estaba en el cielo, no sintió hambre, sed, cansancio ni tristeza. Cuando llegó a la tierra, experimentó todas estas cosas.
Cristo sacrificó algo muy valioso. Pero no sólo esto, El se salió de lo cómodo a la situación más incómoda. Porque después de dejar su posición celestial, llegó a un mundo que lo mandó a la cruz. Vino a servir, hasta donde fuera necesario. Demostró su actitud de servicio lavando los pies de sus discípulos. Esto ya sería bastante humillación.
Pero como era necesario que El muriera para comprar el perdón de nuestros pecados, El fue hasta la cruz. De la gloria y magnificencia del cielo, a la vergüenza y el sufrimiento agudo de la cruz - Jesucristo lo hizo por nosotros. Nadie jamás ha hecho un sacrificio semejante.
Pero su historia no termina allí. Porque después de morir y lograr nuestra salvación, Dios lo exaltó. Cristo ahora posee el nombre más grande de todos. Ante el nombre de Jesús, toda rodilla se doblará. Los que son sabios doblan la rodilla ante El en adoración y servicio, reconociendo a Jesucristo como su Señor y Salvador.
Otros lo reconocerán sólo a filo de espada, cuando El regrese para derrotar a sus enemigos. Pero un día, toda rodilla se doblará ante el nombre de Jesús. Y yo te pregunto: ¿Lo conoces? ¿Lo has reconocido como tu Señor y Salvador? Si lo reconoces voluntariamente ahora, recibirás toda clase de bendiciones - la vida eterna, el amor de Dios, su paz y su gozo en tu corazón.
Pero si no lo quieres reconocer, pagarás un precio muy alto. El día en que quieras ser salvo, será muy tarde. Los que reconocen a Cristo como Señor a la fuerza no recibirán la salvación, sino que tendrán que responder ante su trono de juicio por los pecados que han cometido en esta vida.
El sacrificio de Cristo te exige una respuesta. Si nunca lo has reconocido como Señor y Salvador, no esperes más. Ven a El para recibir la salvación. Y si tú ya lo has recibido, fíjate en lo que dice el versículo 5: "La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús." Cristo te ha dejado un ejemplo, para que sigas sus pisadas.
¿Cómo le mostrarás tu gratitud por todo lo que El ha hecho por ti? El te está llamando a seguir su ejemplo. ¿Sacrificarás algo valioso, para el bien de otros y del reino de Dios? ¿Saldrás de lo cómodo, para que otros puedan escuchar el mensaje?
Lo hizo un hombre al que llamaremos Cebrián. El se crió en una pequeña finca en la sierra de los Andes. Conoció a Cristo, y fue entrenado como plantador de Iglesias. Lo hizo muy bien; plantó 26 Iglesias entre su pueblo indígena. Pero llegó el día en que su entrenador, un misionero norteamericano, anunció que ya se tenía que retirar. Iba al sur de Asia para sembrar Iglesias allá.
Cebrián le preguntó si lo podría acompañar. El también quería servir como misionero. Pero sería muy difícil que su pueblo lo apoyara. La vida en los altos de los Andes no es fácil. Los campesinos apenas logran sobrevivir con lo que cosechan de sus campos. El padre de Cebrián no estaba muy convencido de que fuera buena idea que su hijo se fuera tan lejos.
Cebrián le preguntó: "Padre, si tienes diez ovejas, ¿cuántas son para el Señor?" Su padre, que ya conocía las Escrituras, le respondió: "Una". Cebrián entonces le dijo: "Tú tienes diez hijos. ¿No debe ser uno también para el Señor?"
No es fácil para un padre dejar que su hijo se vaya al campo misionero, pero es lo que hizo nuestro Padre celestial. No es fácil estar lejos de la familia y servir al Señor, pero es lo que Cristo hizo por nosotros. ¿Cómo podemos hacer menos por El, cuando El nos entregó hasta su vida? ¿Cómo podemos negarle todo lo que somos?
Te quiero dejar con un reto. Considero que es lo mínimo que podemos hacer en esta Navidad, para honrar a nuestro Señor y Salvador. Todos tenemos una lista de personas a quienes les daremos regalos de Navidad. Quiero invitarte a unirte conmigo en un compromiso. El compromiso es éste: a la cabeza de nuestra lista de regalos pondremos a Cristo, y no le daremos a El menos de lo que le damos a cualquier otra persona.
Si el regalo más costoso que compramos en esta temporada navideña cuesta cincuenta dólares, entonces daremos esa misma cantidad para apoyar a las misiones alrededor del mundo. Si gastamos más, entonces daremos más también.
¿Cómo sería la Navidad sin el nacimiento de Cristo? Gracias a Dios que no tenemos que vivirlo. Ahora, ¿cómo le mostraremos nuestra gratitud? ¿Qué le daremos para darle las gracias a El? Decídelo en tu corazón, y cumple con tu compromiso. El se lo merece.