Las pinturas de la Cena del Señor muestran una copa y una bandeja. La copa representa la sangre que Jesús derramó para salvarnos del pecado, y en la bandeja está el pan, que simboliza Su cuerpo que fue molido por nosotros.
Lo que no vemos es la segunda copa que Jesús bebió solo: la que hizo posible nuestra salvación.
La frase “beber de esta copa” se refiera a la disposición de la persona de tomar parte en un acto. Jesús sabía que Él había venido a la tierra con el propósito de morir por el pecado; es decir, esta misión era su “copa”. Mientras oraba en el Getsemaní, nuestro Salvador rogó que pasara de Él esta copa si era posible, pero que se sometía gustosamente a la voluntad de Su Padre.
Algunos piensan que Jesús estaba pidiendo evitar el terrible sufrimiento físico de la crucifixión. Pero aun más difícil para Él era tener que enfrentar dos agonías espirituales que sabía que debía sufrir. Primero, tendría que llevar los pecados del mundo, convirtiéndose en pecado por nosotros (2 Co. 5:21), y morir para que su poder sobre nuestras vidas fuera destruido. El inmaculado Jesús conocería el peso, la culpa y el tormento del incalculable número de pecados cometidos a través de los siglos. Pero, más que experimentar la fealdad del pecado, Él soportaría toda la ira del Padre por la iniquidad de toda la humanidad. En segundo lugar, porque Dios no puede ver el pecado, Jesús tendría que separarse de Su Padre por primera y única vez en toda la eternidad, y soportar totalmente solo esta carga inimaginable.
Jesús bebió de la copa del sufrimiento, del peso del pecado y de la separación, para que nosotros pudiéramos tener parte en la copa de la salvación.