Salmo 104.24-35
Cantar (33). Si Dios es el poeta, nosotros debemos ser sus cantores. El salmista dice que lo hará “tanto como viva”, como dice otra traducción y repite la idea.
Aclara que Dios es mi Dios y no sólo el autor de todo lo que ha descrito en los versículos anteriores. Como el salmista, no debemos cantar a cualquiera. A todos nos agrada cantar, pero ¿a quién cantamos y para qué?
Meditar (34). Por supuesto, todo lo anterior nos hace pensar, o más bien es fruto de haber estado analizando todo cuanto entraba por nuestros ojos.
Se puede meditar en muchas cosas, pero una vez más encontramos que es Dios mismo, y no las bellezas de alrededor, el objeto de nuestra meditación, y esto nos resulta “dulce”.
¿Somos capaces nosotros de alegrarnos por lo hermoso que es nuestro Dios cuando contemplamos no sólo las grandes paisajes, sino también una hierba o un insecto?
Bendecir en nuestra alma (35b). Esto es lo que expresa ese sentimiento indescriptible de adoración. Felicidad, contemplación que nos llena cuando captamos realmente lo que es Dios.
“Bendecir” es literalmente “decir bien”, es decir, que todo nos sale como una expresión agradable, sin un atisbo de algo negativo.
Entonces llega la hora de preguntarnos si, echando una mirada al mundo, elevamos la mirada a Dios y terminamos con la misma palabra que el salmista: “Aleluya”.
Oración. Ayúdanos a tener delante de ti, Dios grande, el espíritu que corresponde para disfrutar del canto, la meditación y la alabanza.