Pablo se revela en este pasaje como un auténtico padre en la fe, por supuesto. Había engendrado a los corintios por la suministración del Evangelio de Cristo. ¡Y que corazón de padre tenía el apóstol! Trata a los corintios como “mis queridísimos hijos” (4), y no les escribe para avergonzarlos, sino para aconsejarlos.
Padre en vez de tutor (14-16). Un ayo o tutor era un esclavo de confianza que llevaba a los niños de su patrón diariamente a la escuela. El ayo además tenía la responsabilidad de informarles acerca de asuntos morales, velar por su carácter y tratar de formarlos como hombres. Su labor en este sentido era pedagógica.
El niño podría llegar a tener muchos tutores, pero solamente un padre. Pablo prefiere mantener con los corintios la relación íntima que se da entre padres e hijos. ¿Qué significa ese ruego que el apóstol hace en el versículo 16?
Dulzura en vez de látigo (21). El espíritu de ternura de un padre no elimina su autoridad. El apóstol trata a los corintios con ternura antes de que con vara, es decir, con esa autoridad apostólica que llega a imponer disciplina.
¡Y harta falta que les hacía ésta a los corintios! ¡Y a nosotros también! En suma, en este pasaje se nos abre el corazón de Pablo; un corazón amoroso, tierno y derramado en gracia. Esta es otra característica que precisa todo dirigente cristiano.
Para pensar. Los ministros de Dios en las iglesias han de ser verdaderos padres espirituales. ¿Qué clase de hijos somos nosotros y que clase de padres encuentran los demás en nosotros?
Para orar. Que el señor nos haga padres en la fe, antes que mandatarios sin ella.
Publicado: Editado: 27314