Salmo 54 – Plegaria Pidiendo Protección Contra los Enemigos

El Salmo 54, Plegaria Pidiendo Protección Contra los Enemigos, es ideal para buscar fortaleza, ayuda divina y justicia en momentos difíciles.

La monotonía es a menudo la muerte de la alabanza congregacional. La providencia es variada, por lo tanto, deberían serlo nuestros cantos.

De los versículos 1 al 3, cuando la palabra Selah hace una pausa, el Salmista suplica a Dios; y luego, en el resto del Salmo, poniendo a un lado toda duda, canta un himno de triunfo gozoso. El vigor de la fe es la muerte de la ansiedad y el nacimiento de la seguridad. C. H. S.

David, cuyo atrevimiento es bien conocido en otras cosas, no se atreve a levantar sus manos, ni aun contra los enemigos de Dios, hasta que primero las haya elevado en humilde súplica al Señor pidiendo ayuda. J. Dolben

Versículo 1. Oh Dios, sálvame.

Tú eres mi Salvador; a mi alrededor hay mis enemigos y los que colaboran con ellos. No tengo refugio. Todos me rechazan y me niegan cobijo. Pero Tú, oh Dios, me darás refugio y me librarás de todos mis enemigos. C. H. S.

Versículo 2. Escucha mi oración, oh Dios.

Ésta ha sido siempre la defensa de los santos. En tanto que Dios tenga campos y aire libre, no podemos ser encerrados en la tribulación. Todas las demás armas es posible que sean inútiles, pero la oración siempre está disponible. Mas ¿de qué sirve la oración si Dios no la escucha? C. H. S.

Versículo 3. Porque extranjeros se han levantado contra mí.

Sería mejor que ellos se ocuparan de sus propias cosas. C. H. S.

Y hombres violentos buscan mi vida. Los reyes, por lo general, acuñan sus propios semblantes. C. H. S.

No han puesto a Dios delante de sí. No tienen consideración para el derecho o la justicia, como si no supieran que hay Dios o no les importara. David consideraba que el ateísmo se hallaba en el fondo de la enemistad de los que le perseguían. Los hombres buenos son aborrecidos por causa de Dios, y ésta es una buena alegación a presentar contra ellos.

Selah. Basta ya de esto. C. H. S.

Vers. 4. «He aquí» -dice David-: «He presentado un hecho cierto, bien conocido, demostrado con una nueva prueba, digno de atención; la partícula he aquí contiene esta amplitud de significado.» Hermann Venema

He aquí, Dios es el que me ayuda. David veía enemigos por todas partes, pero ahora, con alegría, mira al lado de sus defensores y ve a Uno cuya ayuda es mejor que toda la ayuda de los hombres. Por esta razón, se siente lleno de gozo al reconocer a su divino Campeón, y entonces grita: He aquí.

Sin duda, no es éste un tema para la exaltación piadosa en todos los tiempos, ya que el gran Dios nos protege, a su propio pueblo. Por lo tanto, ¿qué importa el número y la violencia de nuestros enemigos cuando Él levanta el escudo de su omnipotencia para preservarnos y, además, la espada de su poder para ayudarnos?

En consecuencia, poco nos importan los desafíos del enemigo mientras tenemos la defensa de Dios. C. H. S.

Hay más gozo en la presencia de Dios que pena al sentir la tribulación, porque el pasaje «He aquí, Dios es el que me ayuda», es más consolador para David que no era gravosa para él la aspereza de sus amigos y la malicia de los extranjeros. David Dickson

El Señor está con los que sostienen mi vida. Es una gran misericordia tener a algunos amigos, sin embargo, mayor misericordia es ver que el Señor está en medio de ellos. Porque, como con las cifras, nuestros amigos cuentan como cero, mientras que el Señor se pone Él mismo como la gran Unidad delante de ellos.

Versículo 6. De todo corazón te ofreceré sacrificios.

Espontáneamente te ofreceré ofrendas. Tan cierto está de su liberación, que ofrece un voto anticipadamente. Su gratitud rebosa y quiere llenar los altares de Dios de víctimas presentadas con alegría. Cuanto más recibimos, más hemos de entregar. Lo espontáneo de nuestros dones es un gran elemento en su aceptación: «El Señor ama al dador alegre C. H. S.

Charles Spurgeon