Poder de Dios: La poesía hebrea celebra con singular sentimiento el poder de Dios. El verdadero poder o capacidad de ejercer verdadera → autoridad corresponde solamente a Dios (Salmos 62:11). El poder de Dios se manifiesta en la creación y Dios mantiene a esta con su poder (Salmos 65:5–8; 148:5). Dios concede parte de su autoridad al género humano (Génesis 1:26ss; Salmos 8:5–8), pero en muchas ocasiones interviene activamente en los asuntos de su pueblo Israel, por ejemplo, y lo redime mediante su acción directa (Éxodo 15:6; Deuteronomio 5:15ss).
Los antiguos nombres hebreos aplicados al Dios de Israel, tales como «el Fuerte de Jacob» (Génesis 49:24), «el Fuerte de Israel» (Isaías 1:24), «El Shadai» (Éxodo 6:3) y «Él» (Génesis 33:20), revelan un alto concepto del poder de Dios.
En el Nuevo Testamento las palabras griegas dynamis y exousía expresan el poder de Dios, y las doxologías celebran este poder manifestado en Cristo (por ejemplo, 1 Corintios 1:24). Exousía significa autoridad derivada o conferida, garantía o derecho de hacer algo (Mateo 21:23–27), y en este sentido Jesús es portador de la autoridad de Dios.
Dynamis expresa habilidad o energía en el creyente (Efesios 3:16), acción poderosa (Hechos 2:22) o espíritu poderoso (Romanos 8:38; cf. Mateo 28:18). Cristo actúa por el poder que recibió de su Padre para perdonar pecados y para echar fuera demonios o espíritus malignos, y a su vez confiere este poder a sus discípulos (Mateo 9:6; 10:1). A ellos dio potestad de ser hechos hijos de Dios (Juan 1:12) y cooperar en la tarea evangelizadora (Marcos 3:15).
Jesús inició su ministerio en el poder (dynamis) del Espíritu (Lucas 4:14; 5:17). En el Nuevo Testamento el poder de Dios se manifiesta armoniosamente en las acciones de la Trinidad (Mateo 11:25; Juan 5:17). En el mensaje del apóstol Pablo la resurrección de Cristo es la prueba más sobresaliente del poder de Dios (Romanos 1:4; Efesios 1:19ss; Filipenses 3:10).
Bibliografía:
VTB, pp. 623–628. DTB, col. 831–835.