He oído hablar de un célebre rey de Polonia, que consumó grandes hazañas. Cuando le preguntaron cuál era el secreto de su éxito, les dijo: “Soy hijo de un gran padre, y llevo siempre conmigo, en un medallón, su retrato. Muy a menudo lo miro.”
Cada vez que se disponía a entrar en combate miraba el retrato de su padre y extraía de él el valor necesario. Cuando tenía que reunirse con sus consejeros hacía lo mismo y luego actuaba con limpieza.
Es una gran cosa que debe hacer el creyente: llevar consigo la voluntad de Dios en el corazón y luego, antes de hacer cualquier cosa, consultarla siempre. — Mensajero Pentecostés.