El Adversario de Job, Satanás hace todo lo que está en su mano para aplastar y derribar la integridad de este varón perfecto.
“El adversario de Job” representa no solo un personaje en la historia bíblica, sino también una figura simbólica de las pruebas y desafíos que enfrentamos en la vida. En el libro de Job, vemos cómo el enemigo busca destruir la fe y la integridad de un hombre justo, pero también descubrimos que, detrás de cada prueba, hay un propósito divino.
Job 1:6-22; 2:1-10
«Cuando la lucha en su interior comienza, Aquel hombre algo vale»
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El caso de Job fue típico. Vosotros habéis oído de su paciencia, así como habéis visto la fe de Abraham y la mansedumbre de Moisés. Se permite que la desesperada lucha de Job tenga lugar en público, para que podamos aprender el secreto de la resistencia.
Se trata de una batalla entre el mejor de los hombres y el peor de los enemigos. Satanás hace todo lo que está en su mano para aplastar y derribar la integridad de este «varón perfecto» que se ha visto protegido por la especial providencia de Dios, y que solo puede ofrecer una resistencia pasiva.
Aunque los ambientes de Dios eran todo lo que pudiera desearse, no estaba a prueba en contra de las poderosas tentaciones del diablo.
El ambiente del mismo Cristo no le eximió de asaltos satánicos. Job tenía una buena hacienda, buenos ingresos, pero la hacienda y los ingresos no son todo lo que los hombres necesitan, si quieren mantenerse firmes contra las mortíferas artimañas del diablo. Y acerca de este enemigo de la justicia, no nos olvidemos de:
I. Su personalidad. Según la enseñanza de la Escritura hay un solo Diablo, pero hay muchos demonios.
Al referirse a él, los apóstoles y evangelistas siempre hablan en singular, y ello alrededor de treinta veces. «Apártate de mí, Satanás» es algo que no podía ser nunca dicho de una mera influencia impersonal. Él es mentiroso desde el principio; una influencia no puede mentir. Solo los hombres y los demonios mienten. Toda mentira es diabólica, y el diabolismo demuestra que hay un Diablo.
II. Su origen. «Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De recorrer la tierra y de andar por ella» (Job 1:7).
El mismo misterio que pende sobre el origen del pecado pende sobre el origen de Satanás. Cuando nuestro Señor dice que el diablo era homicida y mentiroso desde el principio, es difícil creer que haya sido nunca nada mejor.
Según su propia confesión, su esfera de trabajo es «recorrer la tierra, y… andar por ella». Su dominio es el mundo, y su condición es de agitación sin fin. Que Satanás y su hueste de demonios sean los espíritus descarnados de una raza preadánica que se atrajera la condenación de Dios sobre sí por el pecado es una teoría que no carece de un cierto atractivo.
III. Su objeto. Su propósito fijo es poner separación entre Dios y el hombre (Job 1:11).
En su diabólica actividad, dolorosamente, logra con frecuencia su objetivo. Antes de intentar separar a Job de su Dios, había logrado sus fines con Adán y con Caín, y después con Saúl y con Judas, y con una multitud de otras gentes.
No hay hombre sobre la tierra que irrite tanto a Satanás como el «varón perfecto». Dirige él todas sus energías contra el hombre de oración y de sacrificio. Mientras Jesucristo estuvo en la tierra, las fuerzas del infierno le fueron saliendo al paso de continuo, en una u otra forma. Los nombres dados a Satanás en las Escrituras son intensamente indicativos de su carácter y propósito.
Él es el Adversario; el Acusador de los hermanos; el Homicida; el Príncipe de las tinieblas; el Príncipe de este mundo; el león rugiente. Él es el dios de este mundo perdido; el gobernante de sus tinieblas. Y él es quien se opone a los hermanos y los acusa; el mentiroso contra la verdad y el asesino de las almas. «Resistid al Diablo, y él se apartará de vosotros» (Stg. 4:7).
IV. Su poder. No se puede abrigar duda alguna acerca de que Satanás es capaz de ejercer gran poder además de una gran ira.
Pero es totalmente impotente para tocar a un hijo de Dios, o cualquiera de sus posesiones, sin el permiso de Dios. A Satanás se le permitió enviar a sus mensajeros, uno tras otro, a abofetear a Job, como le fue permitido posteriormente que hiciera con el Apóstol Pablo (2 Corintios 12:7), y, bendito sea Dios, con un resultado muy parejo. Aunque a veces se le permita al Diablo sacudir el trigo, no se le permite que lo devore: «He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él» (v. 12).
Hasta ahí, y no más. Luego, cuando este adversario lanzó su segundo reto, el Señor le dijo: «He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida» (Job 2:6).
Fue larga la atadura que recibió este león, y empleó toda su longitud hasta el máximo. Se le había dado acceso a todo menos al espíritu de este hombre que aborrecía el mal, y habiendo recibido licencia para ejercitar su diabólica actividad, descubrimos en el acto dónde reside el secreto de su fuerza.
Descubre sus poderosas armas en los sabeos, los caldeos, el rayo, y el viento (vv. 15-19). Que pueda dominar estas fuerzas constituye una revelación de su maravilloso poder y recursos. El diablo tiene dos arsenales, uno en el cielo, y el otro en la tierra: los elementos, y los corazones de los hombres impíos. Y un enemigo así no es enemigo pequeño.
V. Su manera de obrar. Su primer acto es el de salir de delante de Dios. «Y salió Satanás de delante de Jehová» (Job 1:12).
Satanás, y toda su hueste, visible o invisible, sean hombres o demonios, aman las tinieblas en vez de la luz, porque sus obras son malas. Y él tiene una gran tarea delante suyo: quebrantar la confianza de un hombre perfecto en su Dios; por ello, espera el momento más oportuno para desencadenar su ataque.
Aquel día oportuno llegó cuando «Sus hijos e hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito » (v. 13). Para atacar a Job, el Diablo tenía primero que destruir las vallas exteriores; y esto lo hizo prevaleciendo sobre hombres para que le robaran sus bueyes, asnos y camellos, y para que dieran muerte a sus siervos. Bien poco conscientes debían estar aquellos hombres, cuando se apoderaban de las pertenencias de Job, de que eran agentes del Diablo, cumpliendo sus diabólicos fines.
El mismo espíritu ahora obra en los hijos de desobediencia (Ef. 2:2). Los impíos son instrumentos bien dispuestos para la obra de Satanás. Entró en Judas porque era una persona adecuada para llevar a cabo sus diabólicos planes contra el Hijo de Dios. Envió fuego desde el cielo, y quemó a los corderos, para hacer creer a Job que se trataba de un juicio de Dios.
El Adversario de Job
Satanás debió pensar que era un golpe maestro cuando el siervo al que había dejado vivo para que llevara las nuevas a Job llegó y dijo: «Cayó del cielo fuego de Dios, y abrasó las ovejas y a los pastores» (Job 1: 16).
Si Satanás puede llevar al pueblo de Dios a creer, cuando llega el tiempo de aflicción y de prueba, que Dios está en contra de ellos, ha alcanzado con ello una victoria. Tuvo gran cuidado en dejar vivo a uno, que pudiera correr a Job, diciendo, «solamente yo he escapado para darte la noticia».
Este yo aquí está en una forma sumamente enfática. El método escogido para dar las nuevas a Job es en sí mismo diabólico. El trigo del diablo es todo salvado. El rey Canuto prometió poner a quien matara a su rival, el Rey Edmundo, en la más alta posición en Inglaterra.
Y cumplió su promesa colgándolo en la más alta torre en Londres. Nosotros no luchamos contra carne y sangre, sino contra «espíritus de maldad», que emplean carne y sangre como sus instrumentos en su intento de derribar nuestra fe en Dios. Y no ignoramos sus añagazas. No deis lugar al Diablo.