BEBER SU SANGRE
«De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros» (Jn. 6:53).
Estas palabras fueron parte del gran discurso de nuestro Señor, después del milagro de alimentar a una multitud con solo cinco panes de cebada y dos pececillos.
El Señor hizo una pausa en su enseñanza, y los judíos, confundidos por las observaciones de nuestro Señor, aprovecharon esta pausa para discutir entre ellos.
Como respuesta a una nueva pregunta, nuestro Señor presentó una nueva declaración, la cual tenemos en el pasaje que encabeza este estudio. Esta figura fue hecha repelente a propósito, a fin de provocar a la reflexión.
A veces es difícil hacer pensar a las personas. Pero se consigue llamar la atención con observaciones insólitas. Y éste es el caso. El pensamiento de beber sangre era algo tanto más chocante cuanto que existe la prohibición Escrituraria de consumir sangre ya desde que Dios dio permiso al hombre de comer la carne de los animales (Gn. 9).
Esta declaración resultó demasiado fuerte para muchos de sus discípulos (v. 66), y se apartaron de Él. Cometieron el error que cometen muchos en la actualidad, de tomar lo que dijo de manera literal. Lo que significaba era un comer y beber espirituales.
Esto debieran haberlo visto con claridad. El hecho de que dijese que no tendrían vida en sí mismos a no ser que comiesen y bebiesen debería habérselo mostrado. Tenían una vida animal natural, pero no espiritual.
Ralph Erskine dijo una vez: «Cristo es el alimento de mi vida; yo moriría si Él no me alimentase con su carne y su sangre». Él comprendió bien el significado de las palabras de nuestro Maestro. Sigamos cuidadosamente el significado y sentido de la extraña declaración de nuestro Maestro.
I. La vida espiritual comienza bebiendo el significado del derramamiento de la sangre.
Éste fue el comentario de un ministro escocés acerca de Juan 6:53, hace más de cien años, y es sugestivo.
Bebe, bebe y vuelve a beber del gran océano de la verdad relacionada con el sacrificio expiatorio del Señor. Oyendo hablar a alguna gente, uno pensaría que hay sólo un arroyuelo de verdad que han agotado hace ya largo tiempo.
Ah, no, el océano de la verdad acerca de la sangre derramada es vasto y profundo, y nunca podremos decir la última palabra acerca de esta cuestión. Si seguimos embebiendo el significado del derramamiento de la sangre, debemos también seguir comiendo–apropiándonos–del significado del cuerpo entregado.
Sí, ésta es la verdad. La vida espiritual comienza en el alma del hombre tan pronto como comienza por la fe a beber del significado de la sangre derramada.
II. La vida espiritual únicamente puede llegar a los hombres por la muerte expiatoria.
La figura empleada por nuestro Señor es sugerente de un camino a la vida sólo por medio de la muerte y del sacrificio.
Su carne y sangre solo podían estar disponibles mediante la muerte. Solamente por su sacrificio vicario puede obtenerse la vida eterna.
El pan sólo puede llegar a ser pan con la molienda y el horno; así, cuando el Señor se asemejó al pan estaba en realidad enfatizando la necesidad de su muerte expiatoria.
III. La vida espiritual solo puede ser recibida mediante una apropiación explícita por la fe.
Esto se implica en la imagen verbal empleada, con referencia a comer y a beber. Estos actos son definidos y claros y, además, sencillos.
No esperamos hasta comprender todos los misterios de la digestión antes de satisfacer nuestra hambre; tampoco deberíamos postergar nuestra aceptación de Cristo hasta que podamos sondear los misterios de la redención.
No, porque hasta un niño de tierna edad puede comer y beber. ¡Ah, qué importante es este pensamiento! Tantos están postergando su decisión hasta que puedan comprender mejor las cosas de Dios.
Dejan de darse cuenta de que el mero hombre natural no puede comprender las cosas de Dios, porque se deben discernir espiritualmente. Te rogamos, amigo, aférrate a Cristo–extiende la mano de la fe, y tómalo–come y bebe de Él, y todo estará bien.
IV. La vida espiritual solamente puede ser sustentada habitando en su presencia.
Drummond lo dice bien: «Una persona que mora en la presencia de Jesucristo se apropia de alguna manera misteriosa, inconsciente e inevitablemente, de la vida y del carácter de Jesucristo, de manera que es edificado a semejanza suya». Este es un buen pensamiento.
Aquí tenemos una verdadera historia que leí en alguna parte. Un soldado herido fue declarado como sin remedio por parte de los médicos. Al notificar a sus padres de esto, su anciano padre corrió hacia el hospital, llevando consigo un paquetito con algo envuelto dentro.
El pobre soldado yacía medio consciente, y nada de lo que dijesen su padre o los asistentes podía sacarle una respuesta, hasta que el padre exclamó: «Te he traído una hogaza de pan de tu madre».
«¡Pan de casa¡–dijo el moribundo–¡pan de casa! Dame un trozo»; y desde aquel momento comenzó a mejorar, para asombro de todos.
Oh, alma moribunda, podemos ofrecerte pan de casa, pan del Cielo –¿No querrás decir, «Dadme de él»?–Si lo pides y así comes de su carne y bebes de su sangre, tuya será la vida, la Vida Eterna.