Cuando Estes Tentado a Sentirte Solitario. Bosquejos Bíblicos Para Predicar Isaias 41:10
«No temas, porque yo estoy contigo» (Is. 41:10).
Los niños habían estado ya un tiempo en cama. Todo estaba callado en la casa, y la madre estaba sola en la cocina, cosiendo. De repente se oyó una vocecita arriba en el rellano:
«¿Estás ahí, mamá?» Uno de los pequeños no podía dormir, y preocupado por el silencio abajo, tenía miedo que estuviesen solos. Al saber que la madre estaba desde luego allí, el atemorizado pequeñuelo volvió a irse a la cama, y pronto estuvo profundamente dormido.
Tú dudas de la existencia de Dios. ¿Y cómo no, si no te has tomado nunca el trabajo de ir al rellano y preguntar: «Estás ahí»? Has leído, meditado y considerado con otros esta cuestión, y has aireado tus herrumbrosas opiniones, pero nunca has indagado seriamente acerca de Él.
¡Qué vergüenza! Si tan solo le buscas, Él desde luego se manifestará a ti. O puede que seas un verdadero cristiano. Durante mucho tiempo Él ha sido una bienaventurada realidad.
Pero últimamente no ha habido mucha actividad entre el cielo y tu alma, y parece haber retirado su presencia, y hay un extraño silencio lleno de presagios. «¿Estás ahí, Señor?» ¿Es ésta tu pregunta, dicha con un corazón roto? Aquí está la respuesta:
«No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios; yo te doy vigor; sí, yo te ayudaré, y siempre te sostendré con la diestra de mi justicia». ¡Oh, la bienaventuranza de esta presencia llena de gracia!
Éste es uno de los textos más conocidos; y es una de las verdades más conocidas. Pero, ¿vivimos conforme a ella? ¡Ah, esto es ya otra cosa! Si verdaderamente he nacido de su Espíritu, y soy miembro de la familia de la fe; si mis pecados han sido perdonados y he sido justificado por la fe; si soy partícipe de la naturaleza divina; entonces Él está conmigo.
Esta es una realidad, tanto si tengo el goce de esta presencia como si no. Debemos depender menos de los sentimientos y más de las realidades. Los sentimientos son mudables, pero la realidad permanece. Y el goce de esta realidad depende mayormente de su reconocimiento claro y persistente.
Tú crees que el Señor te ha abandonado y estás muy angustiado. Pero, ¿qué dice el Señor? Escucha: «De ningún modo te desampararé, ni te dejaré». «No temas, porque yo estoy contigo». Es maravilloso pensar que Él está cerca para oírnos.
Es glorioso pensar que puedo acudir al rellano, y, como respuesta a mi pregunta, ¿estás ahí, Señor?, oír su voz diciendo, «No temas». Pero este mensaje para la persona solitaria significa infinitamente más que el hecho de que esté cerca para oír; su pleno significado es que está a mi lado.
Y Él está conmigo para «dar vigor», para impartirme fortaleza, para «ayudar», para un servicio práctico, para «sostener », para acompañarnos y ayudarnos día a día en la celestial peregrinación.
Éste fue el mensaje más repetido del Señor a su pueblo. Porque no solo era lo que más necesitaban, sino también aquello que más se les debía recordar.
Era un mensaje a un pueblo apartado de Dios. Israel había sido llevado en cautiverio. El Señor se había visto obligado a disciplinarlos. Pero si había visto necesario enviarlos al cautiverio, Él había ido con ellos a la tierra extraña, y estaba compartiendo sus dificultades y dolores.
Y todo aquel tiempo ellos no eran conocedores de aquella presencia llena de gracia. Habiéndole abandonado, pensaban que Él les había abandonado a ellos.
Pero estaban equivocados. Él estaba compartiendo los golpes que Él se había visto obligado a propinarles con tanta severidad. Los había acompañado al cautiverio, y estaba suficientemente cerca no solo para oír, sino también para ayudar.
Éste fue su mensaje a un Israel desalentado y atemorizado en Cades-barnea (Nm. 14:9). El reconocimiento de esto era el secreto de su propia e inmutable confianza.
Y el mensaje les fue transmitido, pero no fue oído, y por ello hubo los 40 años de peregrinación por el desierto. Éste fue su mensaje a un obrero de Dios a punto de asumir graves responsabilidades (Dt. 31:8).
¡Qué enorme tarea se presentaba ante Josué! No solo se trataba de una enorme tarea por tener que conducir a tres millones de personas, sino porque tenía que suceder a alguien tan grande como Moisés. Pero la presencia del Señor era su suficiencia.
Éste fue su mensaje a un pacificador, que sentía su soledad en medio de enemigos (Gn. 26:24). ¡Qué excelente pacificador era Isaac, sí, pero qué necesidad tuvo justo entonces de una palabra de aliento de su Señor!
Sí, su presencia con nosotros es una realidad. ¿Vivimos conforme a este hecho? Si así viviésemos, un resultado sería que no padeceríamos ansiedad. Muy a menudo citamos Filipenses 4:5, 7: «Por nada os inquietéis», o, como en la RV, «Por nada estéis afanosos».
Estar así libres de inquietudes demoledoras parece imposible. Pero leamos lo que dice justo antes: «El Señor está cerca». Esto es una referencia no solo a la inminencia de su venida, sino a que está actualmente cercano.
Un capitán de barco que acababa de llegar de una travesía, dijo: «Tuvimos una terrible tempestad subiendo por el Canal. Tuve que estar todo el tiempo en el puente, pero cuando el piloto subió a bordo me fui derecho a la cama, y en dos minutos me quedé dormido como un tronco». Así.
La presencia del piloto marcó una total diferencia. Pero si somos creyentes, nuestro Piloto Celestial ya está a bordo. ¿No reconoceremos esta presencia llena de gracia y hallaremos así alivio de las inquietudes que nos abruman?