David lo Recupera Todo. Bosquejos Bíblicos para Predicar 1 Samuel 30
No nos es tan fácil alabar a Dios cuando nuestras circunstancias nos son como una cubierta de saco y cenizas como si son como la ropa regia del favor ininterrumpido y del éxito.
Pero la disciplina de lo primero puede ser tan fructífera como la bendición de lo segundo si somos hallados permaneciendo en la voluntad de Dios.
Pero el pródigo voluntarioso desde luego sufrirá pérdida. La alianza de David con los filisteos le trajo duros problemas, como tales impías asociaciones van a hacer con toda certidumbre. Veamos aquí:
I. Un terrible desengaño. «Vino, pues, David con los suyos a la ciudad, y he aquí que estaba quemada» (vv. 3, 5). Mientras estaba tratando de ayudar a los impíos sufre la pérdida de todo lo que tenía.
Es la vieja historia en otra forma del hijo pródigo en el país lejano comenzando a padecer necesidad. «Alzaron la voz y lloraron», y David «se angustió mucho» (v. 6).
David, al tratar de vigilar la viña de otros, dejó de vigilar la suya propia. El fuego del enemigo es frecuentemente necesario para despertarnos a la verdadera realidad de nuestra posición delante de Dios.
II. Una obra de fe. «Mas David se fortaleció en Jehová su Dios» (vv. 6-8). Las mujeres, los hijos, las hijas, el ganado, las casas… todo había desaparecido; y el pueblo «hablaba de apedrearlo».
David vuelve ahora en sí mismo, y se vuelve al Señor como a un amigo en tiempo de necesidad, porque ¿quién en estas circunstancias iría a confiarse a un extraño? El espíritu de la fe vuelve a sentarse en el trono del corazón de David, como cuando afrontó a Goliat, y de nuevo se torna en otro hombre.
Habiendo recordado a Jehová Dios en su aflicción, se levanta, como un gigante refrigerado con vino nuevo, a la dignidad de su supremo llamamiento. Sí. «En el día en que tengo miedo, yo en Ti confío» (Sal. 56:3, 4). «Consultó a Jehová» (v. 8). No podemos alentarnos nunca demasiado en Él a no ser que estemos dispuestos a someterle nuestros caminos (1 S. 28:6).
III. Una promesa aseguradora. «Síguelos, porque ciertamente los alcanzarás, y de cierto librarás a los cautivos» (v. 8). Esta preciosa palabra del Señor calma todos los temores.
Aunque no hay aún cambio alguno en estas calamitosas circunstancias, su corazón encuentra paz. Todo irá bien, porque la palabra del Señor lo ha anunciado. No es cosa vana alentarte en el Señor en el día de la angustia. Ten buen ánimo, y Él fortalecerá tu corazón.
IV. Un lance providencial. «Y hallaron en el campo a un hombre egipcio » (vv. 11, 16). David había recibido la promesa de Dios de que todo sería recuperado.
Pero, ¿cómo? ¿Dónde estaban aquellos amalecitas invasores? ¿Quién los conduciría a donde se encontraban? Este desafortunado joven, que por estar enfermo fue abandonado por los amalecitas, por la crueldad de su amo, a morir a la vera del camino, viene a ser el medio divinamente designado de la promesa dada por Dios.
Los medios están todos en su mano, como también el fin; y las cosas que Dios escoge son «débiles y menospreciadas» a los ojos de los impíos, como este egipcio moribundo, pero poderosas para derribar las fortalezas de Satanás (1 Co. 1:27, 28).
Este pequeño episodio, de pasada, tiene en su torno un halo glorioso. Nuestro celestial David no se avergüenza de recoger a gente rechazada enferma y medio muerta, ni de cuidarlos hasta revivirlos y restaurarles la salud, para tomarlos como sus siervos y emplearlos en el adelanto de su causa y de su reino, habiendo matado a la enemistad mediante el poder de su bondad (vv. 11, 12). Así éramos algunos de nosotros.
V. Una victoria total. «Y liberó David todo lo que los amalecitas habían tomado» (vv. 16-20). ¿Y quién más hubiera podido hacerlo? Él se había entregado a Dios para ello, y teniendo su promesa salió en su Nombre, y probo la fidelidad de su Palabra.
¡Qué prefiguración de Aquel que fue el Señor de David, y que se alentó en su Dios, y salió para recuperar todo lo que se había perdido debido al pecado del primer Adán! Su viaje fue corto y la lucha fue severa, pero la victoria fue gloriosa, porque Jehová había puesto el poder de socorrer sobre uno que era poderoso:
poderoso en simpatía y compasión, poderoso en paciencia y sabiduría, poderoso en mansedumbre y poder, poderoso en morir y resucitar, poderoso para perdonar y salvar, poderoso para reventar los portones de la muerte y abrir los portones de la gloria, poderoso para RECUPERAR TODO y para guardar y proteger todo lo que ha recuperado.
VI. Un ofrecimiento lleno de gracia. «He aquí un presente para vosotros » (v. 26). La palabra «presente» se puede traducir asimismo como bendición.
El que lo «recuperó todo» ofrece ahora una bendición a todos sus amigos. Los que no pudieron ir a la batalla, pero que se quedaron cuidando fielmente del bagaje no perderán en modo alguno su recompensa (v. 24).
El que ha redimido (recuperado por precio) la herencia perdida es el único que tiene derecho a distribuir tales dones a otros (Ef. 1:7). Él dividirá los despojos de sus inescrutables riquezas con los fuertes en fe (Is. 53:12). Sí, hay una bendición para ti en esta gloriosa victoria si lo reclamas como tu Amigo y Libertador, y tratas de servirle fielmente, aunque sea débilmente (He. 2:14, 16).