El Aliento de Gedeón. Bosquejos Bíblicos para Predicar Jueces 7:9-15
No te desalientes a causa del camino. El que ha comenzado la buena obra en ti y dentro de ti la llevará hasta el fin, hasta el día de la perfección. Si el corazón de Gedeón se hinchó de orgullo al ver cómo se reunían 32.000 en torno a él, debió deshincharse rápidamente al ver como solo le quedaba un puñado de trescientos, pero esto fue «un puñado a propósito».
Los puñados de separados de Dios, «dispuestos para hacer todo lo que el Rey dispusiera». El método divino es calidad, no cantidad. Él no desea apariencias, sino verdad en lo íntimo. «El Espíritu de Jehová vino sobre David», pero «se había apartado de Saúl» (1 S. 16:1-7). Gedeón se sintió poderosamente alentado por:
I. La promesa de Dios. «Levántate, y desciende al campamento; porque Yo lo he entregado en tus manos» (v. 9). La batalla ya había sido librada y la victoria ganada en el propósito de Dios.
Ahora Gedeón es llamado a que se levante y entre en aquel propósito y que reclame la liberación ofrecida. ¿No significan las promesas de Dios en Cristo tanto como esto para nosotros? ¿No es el propósito de Dios que seamos salvos de todos nuestros pecados y seamos liberados de todos nuestros enemigos? Entonces levántate, y demanda la victoria en su Nombre. Fiel es el que prometió (Lc. 1:74, 75).
II. La presencia de Dios. El Señor le había dicho: «Ciertamente Yo estaré contigo» (6:16). Su promesa de victoria siempre conlleva la seguridad de su presencia (v. 9). «He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días».
¿Acaso esta promesa solo es válida cuando estamos conscientes de su proximidad? ¿Han de ser nuestras sensibilidades morales el criterio de la veracidad de su Palabra? ¿Hemos de sentirnos agradecidos por su presencia poderosa con nosotros solo cuando la sintamos? Es desde luego un aliento que podamos contar de continuo con nuestro Señor como presentes con nosotros por su Espíritu cuando sabemos que estamos haciendo lo que es agradable para Él.
III. La providencia de Dios. «Todas las cosas cooperan para bien de los que aman a Dios, de los que son llamados conforme a su propósito» (Ro. 8:28). Cuando nuestros afectos se dirigen a Él mismo, y cuando
caminamos en conformidad a nuestra sublime vocación, cada circunstancia de la vida es planeada para nuestro bien por la mano obradora de maravillas de Dios. Y esto forma parte de la gran Redención que tenemos en Cristo Jesús. Veamos como obró para fortalecer a su siervo Gedeón. Aquí tenemos tres diferentes corrientes de influencias que culminaron en un momento divinamente señalado. Hubo:
1 UN SUEÑO. «He aquí yo soñé un sueño: veía un pan de cebada que rodaba hasta el campamento de Madián», etc. (v. 13). Los sueños son cosa común, pero Jehová fue el Autor y Dador de éste. No desesperes por la falta de medios por entrar en contacto con los que están enfrentados a Dios y a su Cristo mientras el oído de Dios esté abierto a tu clamor.
Él puede llevar a otros a ver las pequeñas tortas de cebada trastornando sus tiendas y creando la confusión incluso mientras nosotros estamos lamentando la total indiferencia que muestran a la voluntad de Dios.
2 LA INTERPRETACIÓN DEL SUEÑO. «Y su compañero respondió: Esto no es otra cosa sino la espada de Gedeón», etc. (v. 14). Cuando el tembloroso soñador contó su sueño, el gran poder de Dios pareció capturar hasta tal punto la imaginación de su oyente que no pudo ver otra cosa que su sentencia y la de su compañero en esta simple visión.
¡Ah, cuando Dios está hablando, el sencillo mensaje viene con una revelación de auto-condenación! Sí, el pan de cebada, el pan de la hueste de Jehová, deviene la espada del Señor en el campamento de sus enemigos. El pequeño y consagrado grupo de Gedeón está en manos del Señor, y Él les prepara la victoria.
3 GEDEÓN LO OYE. «Cuando Gedeón oyó el relato del sueño y su interpretación, adoró» (v. 15). Toda la escena era una coincidencia divinamente planeada, y otra prueba de aquella providencia infalible que constriñe al fiel siervo de Dios una y otra vez a adorarse en silenciosa adoración. Éste es dedo de Dios.
Es la forma que tiene Dios de escoger lo débil y menospreciado para confundir a lo que es poderoso (1 Co. 1:27, 28). Aunque al Señor le place a menudo darnos evidencias providenciales de la verdad de su Palabra, recordemos siempre que sus promesas son suficientes sin tales evidencias. Lo que Gedeón oyó en la tienda no hizo que la Palabra de Dios fuera más segura. «Todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén» (2 Co. 1:20).
