EL PRIMER MANDAMIENTO
Marcos 12:28-34
El amor de Dios es más fuerte que la muerte, y tan calmado y constante como los montes que están alrededor de Jerusalén. Los fariseos habían acudido a atraparle en sus palabras (v. 13), y luego vinieron los saduceos para atraparlo en su enseñanza de la resurrección (v. 18).
Finalmente vino este escriba con la discutida cuestión de cuál era el principal mandamiento. Desde luego, les estamos muy agradecidos por estas preguntas, porque cada una de ellas le da una ocasión a Cristo para destacar algunas cosas que a todos nos es preciso conocer. En esta respuesta se nos recuerda claramente que el amor es el cumplimiento de la ley.
I. La pregunta hecha: «¿Cuál mandamiento es el más importante de todos?». Esta pregunta revela:
1 ALGO DE CURIOSIDAD. Parece que era una cuestión en disputa entre los escribas cuál era el principal entre los mandamientos. Aunque parecía cómo preguntar cuál de los diez eslabones de una cadena era el más importante, o qué miembro del cuerpo es de mayor necesidad, sin embargo el Señor también responde a ello.
2 ALGO DE ANSIEDAD. Bajo aquellas cavilaciones el Maestro parece ver en el escriba un verdadero deseo de conocer la verdad, que lo traía a la misma puerta del reino (v. 34). Trata tiernamente con los indagadores. El Espíritu Santo puede estar obrando.
II. La respuesta dada. Todas las respuestas del Señor a las preguntas son flechas aguzadas provenientes de la aljaba del Omnipotente. En esta contestación hay un llamamiento a
1 LA ATENCIÓN. «Escucha Israel» (v. 29). La respuesta no es solo para este escriba, sino para todos los profesos buscadores de la verdad. Bueno es dar oído cuando Él habla, Aquel que puede suplir y dar respuesta a los más profundos anhelos del alma humana. «Oídme atentamente, y comed de lo bueno» (Is. 55:2).
2 LA FE EN LA UNIDAD DE DIOS. «El Señor, nuestro Dios, es un solo Señor» (v. 29). El gran misterio de la Trinidad es claramente revelado, pero nunca explicado (2 Co. 13:14). Como la unión mística de la Iglesia, y del creyente individual con Él mismo, se recibe por fe. Todos somos uno en Cristo.
3 UNA PERFECTA SUMISIÓN. «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, y con toda tu fuerza» (v. 3). Ésta es una demanda hecha sobre:
1) La totalidad de nuestros afectos: «todo tu corazón».
2) La totalidad de la vida, «toda tu alma».
3) Todo el reino del pensamiento, «toda tu mente».
4) Toda la energía de nuestro Ser, «toda tu fuerza».
Un holocausto, totalmente ofrecido a Dios. Este, el primer mandamiento, se cumple en una sola palabra: AMOR. Este amor de Dios en nuestros corazones que nos constriñe a darnos completamente a Él (1 Jn. 5:3).
4 BONDAD FRATERNAL. «Y el segundo es semejante a él: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (v. 31, RV). Es muy significativo que nuestro Señor enlace el primer y segundo mandamiento juntos, haciendo de ambos un mandamiento de la misma importancia.
El amor de Dios, y el amor a Dios, deben manifestarse en amor a otros (1 Jn. 4:11, 12). Si uno no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios, a quien no ha visto? (1 Jn. 4:20; Ef. 4:32).
III. El efecto producido. Hubo:
1 AQUIESCENCIA. «El escriba le dijo: Bien, Maestro; con verdad has dicho» (v. 32). Es bien posible admirar la sabiduría y el carácter de Cristo, y con todo no entrar en el poder y la bienaventuranza de su vida. Un mero asentimiento mental a la verdad enseñada por el Salvador no es salvación.
2 ALABANZA. «Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: No estás lejos del reino de Dios» (v. 34). Evidentemente había comprendido intelectualmente el sentido de las palabras del Señor.
Su enseñanza fue entendida hasta el punto de que en pensamiento llegó hasta el mismo umbral del reino de Dios; teóricamente cerca, pero experimentalmente fuera. Su razón y conciencia estaban del lado de la verdad.
3 UN ACERCAMIENTO NO TOTAL. «No lejos del reino». Estas son unas palabras alentadoras, pero… ¡cuán llenas de dolor! «No lejos», pero no suficientemente cerca para estar dentro.
La mente iluminada, pero el corazón sin ceder; la conciencia convicta, la razón convencida, pero la voluntad terca aún y sin someter. No queréis venir a Mí para que tengáis vida. Él tendrá a su pueblo bien dispuesto en el día de su poder. No lejos de las ciudades de refugio no era garantía alguna de seguridad.
«Tu amor, Señor, es sereno,
Sin turbulencia en su fluir;
Apacible como aquel mar se vio
Cuando tu Palabra la calma le dio.
Oh, que mi amor a Ti,
Exhibiera tu apacibilidad».