I. El cristiano tiene gozo. «Me regocijaré.» El cristianismo no es un sistema de melancolía. Puede que muchos cristianos presenten caras largas, pero cada verdadero creyente en Dios tiene un corazón alegre. El gozo del cristiano no es la especie superficial de alegría que encuentra expresión en «carcajadas». Es más como la serenidad del agua quieta en las profundidades del mar, imperturbada por aquellos elementos que constantemente baten en la superficie. «La paz de Dios que sobrepasa a todo entendimiento.»
II. Este gozo es en el Señor. «Me regocijaré en el Señor.» Este gozo implica conocimiento. No puedes regocijarte en el Señor a no ser que le conozcas. Si le conocieras le amarías. Si le amaras te regocijarías en Él. No podemos regocijarnos en Dios como debiéramos hasta que hayamos hallado en Él aquello que satisface a cada deseo del corazón y que llena cada anhelo de la vida nuevamente nacida. Fíjate en el perrillo que se dirige hacia la parte soleada de la alfombra. Cómo le gusta estar al sol. La razón por la que tantos cristianos no están llenos de gozo es porque no permanecen en el cálido resplandor del Espíritu Santo. Amigos, la cruz de Cristo es el único punto resplandeciente de la tierra en el que hombres culpables pueden compartir el
gozo y la felicidad del cielo.
III. Este gozo es el gozo de la salvación. Habacuc dice aquí: «Me regocijaré en el Dios de mi salvación». «¿Cómo es que estás siempre tan feliz, Anita?», le preguntó un visitante que se había dado cuenta de la dicha de la niñita. «¡Oh!», dijo: «me siento feliz porque estoy perdonada». Después de que los israelitas pasaron el mar Rojo, cantaron el Cántico de la Salvación (Éx. 15:1). ¿Cómo pueden dejar de cantar los que han sido salvados? Jonás se encontró con un terrible apuro cuando fue tragado por el gran pez, cuando las algas de las profundidades se enredaron en su cabeza: la imagen de un hombre perdido. Pero clamó a Dios desde el vientre de este infierno. El Señor le oyó y le salvó. ¡Cuán felizmente cantó entonces «La salvación es de Jehová»! La salvación tiene dos partes: la del hombre y la de Dios. Tu parte es arrepentirte y creer. La parte de Dios es regenerar y restaurar (Jn. 3:7-16). No puedes regenerar tu propia alma, pero Dios lo hará si tú crees. A ti se te manda que te arrepientas y creas el Evangelio. Esto tu puedes hacerlo si quieres, y perecerás si no lo haces. Permíteme decir además que:
IV. Éste es el gozo de la anticipación. En el versículo 19 leeemos: «[Jehová el Señor] hace mis pies como los de las ciervas, y en mis alturas me hace andar». La vida del cristiano no es solo una vida de felicidad, sino también de progreso. Una escalada desde un lugar alto de la gracia a otro. No es aferrarse a vacías pompas que se desvanecen con el toque, sino el aferrarse a certidumbres espirituales. Para esto se precisa de pies como los de ciervas. Entiendo que la peculiaridad de los pies de las ciervas es no solo que reposan en las rocas, sino que se aferran a ellas, por lo que pueden fácilmente mantenerse en lugares altos. Los tales representan los pies de la fe que reposa sobre y se aferra a las grandes y preciosas promesas de Dios. Las expectativas del cristiano son altas montañas. La esperanza de los malvados perecerá.
V. Este gozo es independiente de las posesiones terrenales. «Aunque la higuera no florezca», etc., «con todo, yo me alegraré en Jehová». Aunque me quede totalmente privado de toda cosa terrenal, me gozaré en el Dios de mi salvación. Ya veis, amados hermanos, que los gozos del creyente no están en las cosas de este mundo, sino que son independientes de ellos. El anciano Job podía decir: «Aunque Él me matare, en Él esperaré».
JOHN BRADFORD, mientras estaba en la cárcel de Newgate, la noche antes de ser quemado en Smithfield, se dio una vuelta alrededor del poste de su cama con gran regocijo, diciéndole a su compañero de martirio: «Buena luz daremos mañana cuando enciendan el fuego». ¿Estaba loco? No. Estaba regocijándose en el Señor.
¿Conoces a un Señor así? ¿Has encontrado en Él tu todo? Un pobre esclavo negro al que se le preguntó si nunca se sentía infeliz, dijo: «Cuando todo el mundo dice: “Ésta es mi casa”, “Aquel es mi campo de algodón”, solamente miro arriba y digo: “Allí está mi hogar”, y “Allí está mi Salvador”, y siendo que tengo al Salvador pienso que lo tengo todo». Se regocijaba en el Dios de su salvación. Si eres un cristiano infeliz es porque conoces muy poco de tu Señor. Los goces de los mundanos son como el estallido de un cohete que alumbra por un momento y se desvanece. El gozo del verdadero creyente es como una estrella en el cielo: permanece para siempre. «El gozo del Señor es vuestra fortaleza».

