El Vaso Estropeado. Bosquejos Bíblicos para Predicar Jeremías 18:1-6
El profeta del Señor es enviado a la casa de un alfarero para poder aprender una lección gráfica acerca de la obra y de la voluntad de Dios. Dios puede dar un nuevo significado a los asuntos comunes de la vida.
Hasta las hormigas y los lirios pueden enseñar al perezoso y a los que padecen ansiedad. El profeta es humilde y obedece el llamamiento, y está bien dispuesto a aprender la mente del Señor, aunque sea por medio de las acciones de un alfarero analfabeto.
I. El barro. El barro representa a la casa de Israel. Excavado de Egipto, y traído a Canaán, la casa del gran Alfarero, donde Él deseaba trabajar en su pueblo. Como Israel, hemos sido sacados del hoyo oscuro de barro y de esclavitud, y llevados al Reino de su amado Hijo, para que Él nos conforme según su imagen. El barro es la materia prima.
II. Las ruedas. Y he aquí que él trabajaba sobre las dos ruedas. Las ruedas de las promesas, propósitos y providencias de Dios estaban trabajando juntas para el bien de ellos (Ro. 8:28). Estando en el Reino de Dios estamos en la especial esfera de su favor y gracia. Todas nuestras circunstancias son solo las ruedas en las que se está conformando nuestro carácter espiritual.
Las vidas de todos los santos de la Biblia dan testimonio. No deberíamos retraernos de nuestras aflicciones, sabiendo que la tribulación obra paciencia, y la paciencia experiencia.
III. El Alfarero. He aquí que como el barro en la mano del alfarero, así sois vosotros en mi mano, oh casa de Israel. El Señor mismo es el Alfarero. «¡Oh, qué posibilidades hay para nosotros, como para Israel, estando en Su mano.
Piensa en tu posición, y en sus propósitos para contigo al poner su poderosa mano sobre ti. Ve lo que Nehemías pudo cumplir debido a que la mano de Dios estaba sobre él (Neh. 2:8). El propósito del Alfarero es hacer el mejor uso posible del material que tiene en su mano.
Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, él mismo os perfeccione» (1 P. 5:10). La maravillosa mano de Dios es el Espíritu Santo que obra en nosotros tanto el querer como el hacer por su buena voluntad.
IV. La vasija. Siempre que la vasija que él hacía se echaba a perder en su mano, volvía a hacer otra vasija. Aún en la mano del Divino Alfarero la vasija (Israel) quedó echada a perder. Por su desobediencia llegaron a ser otra vasija de deshonra. Debido a su incredulidad han sido desgajados, y siguen siendo, como nación, una vasija echada a perder.
Mirad que no haya entre vosotros un corazón malo de incredulidad. Si el Espíritu Santo, como la mano de Dios, tiene que amoldarnos como vasija apropiada para el uso del Amo, no debe haber en nuestra naturaleza ninguna parte rígida.
La rigidez de una voluntad perversa, o la arena del egoísmo, estorbará y echará a perder la obra del Celestial Alfarero, cuyas gentiles manos son tan sensibles a la mínima resistencia.
Cada recaído es una vasija echada a perder. Muchos como Saúl quedan echados a perder por desobedecer la Palabra del Señor. ¿Qué no hubiéramos llegado a ser si el Divino Alfarero hubiera logrado su voluntad con nosotros en cada ocasión?
V. La aplicación. ¿No podré yo hacer de vosotros como este alfarero? , dice Jehová. Gracias a Dios que aunque la vasija haya quedado echada a perder, El puede volver a hacer otra vasija.
El Espíritu regenerador puede restaurar la vasija echada a perder y conformarla según la imagen de Aquel que obra poderosamente en vosotros. La vasija puede haber quedado deshonrada por su resistencia, pero no ha sido descartada.
¿Puede Dios hacer contigo como este alfarero? ¿Puede? ¿Eres tú como el barro, plástico, blando, y refinado en sus manos? Si es así, el propósito del Alfarero puede aún cumplirse en ti. Él sigue necesitando vasijas que lleven su nombre (carácter) entre las naciones de la tierra (Hch. 9:15). Cada vasija preparada para su uso será una vasija empleada en su servicio.