Esperando en Dios. Bosquejos Bíblicos para Predicar Salmo 62:1-8
Dos veces en este Salmo habla Dios de que su alma «reposa» o «confía callada» (V.M.) en Dios. Este silencio es profundamente significativo. Es casi tan ominoso para nosotros como lo fue en el cielo «como por media hora». Para nosotros es en ocasiones muy difícil estar perfectamente callados delante de Dios, como instrumentos cuyas calladas cuerdas esperan el tañido divino. Pensemos:
I. En Él, en quien debiéramos esperar. «En Dios descansa mi alma.» Mi alma, deténte y piensa en Aquel ante cuya puerta esperas. Quien se allega a Dios tiene que creer que Él es, y que Él es el galardonador de los que diligentemente le buscan. Espera en Él como los israelitas esperaban el movimiento de la Columna de Nube.
Moverse sin Él es moverse sin la promesa ni la presencia. Al esperar la conducción de Dios y la venida de poder y de progresión, hacemos como el marino, que espera la subida de la marea, y el ahondamiento del canal fluvial, para poder salir con seguridad con su precioso cargamento.
II. Por qué debemos esperar en Dios. Por lo que Él es. «Solamente él es mi roca y mi salvación; es mi refugio» (v. 2). Puede parecer una extraña figura de lenguaje, esperar en «una Roca», pero el significado es de tremenda importancia. Es esperar en la venida de una fuerza y estabilidad irresistibles.
Solo Él debe ser nuestra Fuerza, nuestro Salvador y Refugio. Necesito de Él como «mi Roca» (Fuerza), para mantenerme firme en medio de todas las malvadas fuerzas del mundo. Necesito de Él como «mi Salvación», para librarme de las sutiles tentaciones y concupiscencias de la carne. Necesito de Él como «mi Defensa », para salvarme de las añagazas y de los dardos encendidos del diablo. «Alma mía, reposa solamente en Dios» (v. 5)
III. Cómo deberíamos esperar. Deberíamos esperar como aquellos que esperan el cumplimiento de su Palabra, y la manifestación de su carácter. «Porque de él procede mi esperanza… no resbalaré» (vv. 5-6). Es el corazón creyente y expectante el que espera las ventanas abiertas del cielo, y la bendición derramada (Mal. 3:10). «Abre tu boca, y yo la llenaré» (Sal. 81:10).
Es solo cuando se cierran todas las otras puertas, y quedan silenciados todos los vanos deseos del yo, que quedamos en posición de probarlo y de decir en verdad: «De él procede mi esperanza». Cuando quedamos así limitados a la fe en Él, podemos también decir: «No resbalaré». Los que esperan en el Señor tendrán nuevo vigor.
IV. El resultado de esperar en Dios. Habrá un claro y alentador testimonio de su fidelidad. «Esperad en él en todo tiempo, … derramad delante de él vuestro corazón; Dios es nuestro refugio» (v. 8). Por experiencia, él puede decir al pueblo: Confiad en Él en todo tiempo, por todo derramad vuestro corazón a Él; porque Él es un refugio, y y una presente ayuda a aquellos que esperan en Él. Los que esperan en Él son benditos, y son hechos bendición para otros.