Experiencias en el Desierto. Bosquejos Bíblicos para Predicar Deuteronomio 8
Hay los que en tiniebla andan, Pero también los que en luz transitan; Tentados y vencidos se conocen, Pero también vencedores en la lucha.En la luz o en la sombra, vencidos o triunfantes, Por tu gracia guárdanos Tú de pecar.
Si tuviéramos tanto anhelo de ser salvos del pecado como lo somos de ser guardados del dolor, sería éste un sano temor. Este capítulo es muy rico en pensamientos sugerentes. Se indican aquí las grandes bendiciones cardinales que tendrían que caracterizar a cada vida cristiana.
Hay cuatro bendiciones citadas en el primer versículo como resultado de la obediencia. 1) Vida: «Para que viváis». 2) Feracidad: «Seáis multiplicados». 3) Progreso: «Entréis». 4) Posesión: «Poseáis la tierra».
La vida cristiana es:
I. Una vida bajo la conducción de Dios. El Señor tu Dios te condujo. Los condujo en la columna de nube y de fuego. La encendida nube era para ellos lo que es para nosotros la Palabra de Dios: espíritu y poder. El Espíritu Santo os conducirá a toda verdad (Jn. 16; 13). Todos los que son conducidos por el Espíritu de Dios son hijos de Dios.
II. Una vida de humildad delante de Dios. Te ha traído Jehová tu Dios para afligirte. Nunca escogeríamos por nosotros mismos el camino de la humillación. Ser humillados es precisamente ser puestos en aquella posición en la que el mismo Dios puede encontrar más lugar en nuestras vidas.
El proceso de la prueba es siempre penoso, pero provechoso. Tiene como fin exponer lo que hay en nuestros corazones, para que seamos bien aprobados o bien condenados delante de Dios (Gn. 22:12; 2 Cr. 31:32).
III. Una vida sustentada por Dios. Te sustentó con maná. «Él te sacó agua de la roca del pedernal». El sostenimiento de su vida fue tan milagroso como la salvación que habían experimentado.
El Pan de Dios es Aquel que desciende del cielo y da vida al mundo. Cristo no solo salva, sino que además satisface (Fil.4:19). Si alguien come este pan, vivirá para siempre. El Verbo era Dios, y el Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros.
IV. Una vida de dependencia de Dios De todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre. Lo que sale de la boca de Dios es para ser escuchado con fe. Vivimos por la fe en el Hijo de Dios. «Fueron halladas tus palabras, y yo las comí» (Jer. 15:16). En la Palabra de Dios hay aquello que es exactamente idóneo para cada constitución espiritual. «Todos comieron el mismo alimento espiritual.» Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna.
V. Una vida de esperanza en Dios. En los versículos 7-9 se nos da una descripción de la buena tierra que se extendía delante de ellos, de manera que ellos debían olvidar las cosas que tenían atrás, y extenderse a las mejores cosas que tenían por delante.
Corred de tal manera que lo obtengáis (Fil. 3:12-14), y recibid el fin de vuestra fe, la salvación de almas (1 P. 1:9) (Alford). Esperamos en Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. Es la esperanza de su venida, que no solo lleva a la salvación de otros, sino también a la purificación de nosotros mismos (1 Jn. 3:3).
VI. Una vida de alabanza a Dios. «Te saciarás, y bendecirás a Jehová tu Dios» (v. 10). El Señor quiere que lo alabemos con un corazón lleno ». Los consumidos lo que harán será clamar acerca de su propia consunción (Is. 24:16).
No pueden gloriarse en sus debilidades. Son los que han hallado satisfacción los que bendicen al Señor (Sal. 103:1-5). El que come para el Señor con seguridad dará gracias (Ro. 14:6). El alma hambrienta clama: Señor, bendíceme. El alma satisfecha dice: Señor, yo te bendigo. Gracias a Dios por su don inefable.
VII. Una vida energizada por Dios. «Él te da el poder para hacer las riquezas» (v. 18). Al salvar a su pueblo de la pobreza de Egipto; al sostenerlos en un desierto grande y espantoso; al conducirlos en la tierra de la promesa y de abundancia; con todo ello Él les daba el poder de lograr riquezas.
El poder, así, fue lo que les posibilitó aferrarse a, y tomar posesión de, los más plenos dones de su gracia. Este poder lo tenemos en el Espíritu Santo, que mediante su presencia sustentadora y conductora nos capacita para asirnos de y entrar en la posesión de la plenitud de la bendición en Cristo Jesús nuestro Señor.
En el don del Espíritu, Dios nos ha dado poder para lograr riquezas: la abundancia de las las inescrutables riquezas de Cristo ahora, y la riqueza de su inefable gloria después.
Esta bendición del Señor enriquece. ¿Por qué clamar debido a pobreza y consunción cuando Dios te ha dado poder para hacer las riquezas? «Te aconsejo que de Mí compres, para que seas rico» (Ap. 3:18). Recibid el Espíritu Santo.
