Hiriendo con la Lengua. Bosquejos Bíblicos para Predicar Jeremías 18:18-20
El hombre de Dios nunca será comprendido por el hombre del mundo. Vemos:
I. El propósito de los perseguidores. «Venid y maquinemos contra Jeremías.» Las maquinaciones tramadas por los impíos en contra de los siervos de Dios son muchas. No tienen nada en contra de él, pero, en su enemistad, deben inventar algo.
Sin embargo, confiesan que «la ley no faltará al sacerdote…, ni la palabra al profeta». Están convencidos de que la «ley» no puede ser quebrantada, y que el testimonio del hombre de Dios no fallará.
Pero ellos dicen: «Venid, e hirámoslo con la lengua, y no atendamos a ninguna de sus palabras». Ellos saben que Él habla la verdad en Nombre de Dios, pero le golpean con la lengua del escarnio y de la calumnia, y se deciden a no dar crédito a su mensaje. Ésta es ciertamente una humillante evidencia de la enemistad de la mente carnal contra Dios.
II. Apelación del profeta. Apela él:
1 AL MISMO SEÑOR. «Oh Jehová, mira por mí, y presta atención», etc. La lengua del calumniador es una flecha venenosa, pero hay refugio en Dios contra las lenguas malévolas. Cuando otros no prestan atención a nuestro mensaje, es bueno estar conscientes de que Dios presta atención a nuestro clamor.
2 A LA JUSTICIA DIVINA. «¿Es que se paga mal por bien?» No, Dios no es injusto para recompensar la fidelidad con la vergüenza y la derrota. Los trucos de los malvados nunca bloquearán el canal de la misericordia y del poder divinos para con su propio pueblo. Si pedimos un pescado, ¿nos dará acaso una piedra? Apela él también:
3 A SU PROPIA FIDELIDAD. «Acuérdate que me puse delante de ti para hablar el bien por ellos, para apartar de ellos tu ira.» Mientras que ellos estaban tramando maquinaciones contra él, él estaba intercediendo ante Dios por ellos.
Mientras que ellos estaban hablando mal de él, él estaba hablando «el bien por ellos». Como el Mayor de todos los profetas, oró por sus enemigos, y a semejanza de El también, le aborrecieron sin causa (Jn. 15:25).
El siervo de Dios está limpio de la sangre de los inicuos y de los incrédulos cuando puede decir, al mirar en la faz del Padre Eterno: «Acuérdate que me puse delante de ti… por ellos», como también lo hizo Abraham (Gn. 18:22). Orad por los que os maltratan; recordad que sois sal de la tierra.
Las terribles imprecaciones que siguen en los versículos 21-23 nos muestran los terribles juicios de los que esperaba salvarlos. Ahora, por así decirlo, se echa a un lado de sus ruegos, y permite que la merecida ira de Dios caiga sobre ellos. Esto el hijo de la gracia no osará hacerlo.