«Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de
nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado» (He. 4:15). «Pues en cuanto Él mismo fue probado mediante el sufrimiento, es poderoso para venir en auxilio de los que son tentados» (He. 2:18).
La naturaleza de nuestras tentaciones demostrará por lo general lo que realmente somos. Cuanto más elevado sea el carácter moral y espiritual, tanto más elevadas y sutiles serán las tentaciones. Cristo nunca pudo ser tentado por las formas bajas y comunes de pecado. El diablo elevó sus cebos tentadores a la altura de la dignidad del Hijo de Dios. Por ello, al ser tentado como Hijo en todo según nosotros (hijos) lo somos, Él es poderoso para venir en auxilio de los tentados con el consuelo con el que Él mismo fue fortalecido por parte de Dios. ¿Observaremos algunos de estos puntos en los que Él fue tentado, como nosotros, y debido a lo cual somos hechos partícipes de sus padecimientos?
I. Fue tentado a conseguir una cosa legítima de una manera ilegítima
(Mt. 4:3, 4). «Al final tuvo hambre. Y acercándosele el tentador, le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» ¿No es ésta una tentación común, especialmente para los que luchan con las dificultades de un mundo de negocios? Aquello que se codicia, anhelado con un corazón hambriento, parece estar a nuestro alcance sólo con decir una palabra, pero una palabra que está prohibida por la conciencia íntima. El mismo pensamiento de ello es el murmullo de Satanás. En esto el Señor gustó lo que se conoce generalmente como «la lucha por el pan». Pero Él venció esta tentación con «No solo de pan vivirá el hombre», etc. «Confió en Dios» (Mt. 27:43).
II. Fue tentado a exhibir su poder para honra de su propio Nombre.
«Si eres Hijo de Dios, échate abajo, porque escrito está: A sus ángeles les encargará acerca de ti» (Mt. 4:6). Nunca podremos demostrar nuestra filiación divina al mundo ni al diablo «echándonos abajo». Hay una cosa del todo cierta: si el diablo hubiera podido lanzarlo abajo, no le hubiera pedido «échate». ¿No nos sentimos nosotros también tentados a hacer una exhibición de nuestros dones o capacidades: dinero, cántico, oratoria u obras, únicamente para demostrar a otros que nosotros somos hijos de Dios, en lugar de hacerlo por la gloria de Dios? Él fue tentado en todo a nuestra semejanza, pero sin pecado.
III. Fue tentado a llevar a cabo los propósitos de Dios adoptando un método que deshonraba a Dios. «El diablo... le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adoras» (Mt. 4:8, 9). Era el propósito de Dios darle todos los reinos del mundo y la gloria de los mismos (Zac. 14:9; 1 Cr. 29:11; Ap. 11:15). La tentación es la de salirse del plan del Padre, esquivar la agonía de la Cruz, y esperar la bendición prometida empleando medios que están opuestos a la Palabra y al carácter de Dios. Ésta fue la tentación mediante la que cayeron Adán y Eva, y una tentación que parece ir creciendo más y más en estos tiempos presentes.
El diablo está siempre dispuesto para enfrentarse al devoto siervo de Cristo que está hambriento por el reino de Dios con su «Si postrado». Abraham cayó cuando tomó a Agar, para apresurar la promesa de Dios. El Evangelio de Cristo, predicado en el Espíritu Santo, y recibido por la fe, es EL PODER DE DIOS. El acto de poner cualquier cosa en su lugar como medio para llevar el mundo a Cristo es caer delante de la tentación del diablo.
IV. Fue tentado a hablar imprudentemente. «Los escribas y fariseos comenzaron a acosarle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle» (Lc. 11:53, 54). Los cristianos que tienen que mezclarse mucho con los impíos son frecuentemente asaltados de esta manera. Argumentan encendidamente, para provocar al seguidor de Cristo a que pronuncie alguna palabra impensada, para asirse de ella como espada para herir al inocente. Tú que eres tentado, recuerda que Él fue tentado como tú, y que Él es poderoso para socorrer a los tentados. No hay ningún miembro del cuerpo tan listo a actuar de Judas como la lengua. Pon guarda a tus labios.
V. Él fue tentado a salvarse soslayando la cruz. «Sálvate a ti mismo.» «Si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz... y creeremos» (Mt. 27:40-43). Negar la cruz y salvarnos del sufrimiento y la vergüenza relacionadas con ella es una tentación con que se encuentra repetidas veces el siervo de Jesucristo. Hay una fuerza adicional en ella cuando parece haber la perspectiva de que otros crean en nosotros si actuamos de esta forma. El mundo, la carne y el diablo están siempre clamando, de una manera u otra, «sálvate a ti mismo» a cada hijo de Dios que quiere estar crucificado con Cristo (Gá. 2:20).
El enemigo sabe que si nos salvamos a nosotros mismos se habrán perdido nuestras vidas (véase Mt. 16:24, 25). Tomar su cruz es perder nuestra vida del yo, como el grano de trigo muere en la tierra y vuelve a vivir en una forma nueva y más abundante. «Si eres Hijo de Dios, sálvate a ti mismo.» Nunca es apropiado que los hijos de Dios se salven a sí mismos, aunque a veces puedan verse constreñidos a preguntar: Si soy un hijo de Dios, ¿por qué tengo que sufrir así? Él fue tentado en todo según nuestra semejanza, y por ello es poderoso para auxiliar a los que son tentados.
La tentación a evitar sufrir por el bien de los otros está siempre delante de nosotros. Pero así como Jesús padeció fuera de la puerta para santificar al pueblo con su propia sangre, así nosotros somos llamados a salir a Él, fuera del campamento, llevando su vituperio (He. 13:12, 13). El vituperio de Cristo es una gloriosa carga (1 P. 4:14; He. 11:26).

