A primera vista no es fácil decir si «Su Ojo» se refiere al ojo de Dios, o al ojo de aquel que trata de dañar al siervo de Dios. Esto último es desde luego verdad. El que os toca a vosotros toca la niña de su propio ojo, esto es, se causará un daño irreparable o se perjudicará en una parte de lo más sensible. Los enemigos del pueblo de Dios se encuentran más tarde o más temprano con esta realidad por amarga experiencia.
Pero podemos aceptar aquí que Dios está llamando a su pueblo la niña de su ojo, y esta figura de lenguaje es de lo más sugestiva, y nos enseña varias cosas.
I. El deleite que somos para Él. Somos la Niña de su Ojo.
II. La bendita unidad entre el Señor y los suyos. Él nos llama la Niña de su Ojo. Ésta es la parte más destacada de nuestra apariencia. ¡Qué unidad más bienaventurada y estrecha sugiere esto! No podemos ir más cerca, porque, ¡cuán cerca de la persona está su ojo!
III. El amante cuidado que Él ejercita sobre los suyos (Dt. 32:10; Sal.17:8). «Lo guardó [a Israel] como a la niña de su ojo». Así habló Moisés tocante al cuidado de Dios sobre su pueblo. Tú pensabas que estabas sin amigos y sin ayuda, pero tienes un maravilloso Defensor, y Él ejerce un maravilloso cuidado sobre ti. Sea tuya la oración de David:
«Guárdame como a la niña de tus ojos» (Sal. 17:8).
IV. Aprende la especial misión que Él tiene para los suyos. En hebreo, la pupila del ojo recibe el nombre de la puerta del ojo, debido a que es a través de ella que entra la luz. ¡Qué apropiado! Su pueblo es la pupila, la puerta por la que entra la luz para alumbrar a los que están en tinieblas.

