La Vida Bendita. Bosquejos Bíblicos para Predicar Salmo 31
Hay aquí brillantes rayos de luz, y negras y tenebrosas sombras. Pero la vida bendita se puede vivir en medio de redes, «vanidades ilusorias y labios mentirosos. Es en circunstancias así que podemos mejor gustar la gracia salvadora de Dios. Tratemos de captar algunas de las características de la vida de la fe revelada en este cántico. En ella hay:
I. Confianza. «En ti, oh Jehová, he confiado» (v. 1). La vida bendita debe tener su fuente en Dios, que es bendito por la eternidad. No comenzamos a vivir hasta que confiamos en Él (Jn. 3:36). Recibir por la fe al Dador de la vida es recibir la potestad de ser hechos hijos de Dios (Jn. 1:12).
II. Consagración. «En tus manos encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh Jehová, Dios de verdad» (v. 5). El espíritu redimido debe estar totalmente entregado al Redentor. «No sois vuestros, habéis sido comprados por precio».
La vida de la fe es una vida de rendición continua y sin reservas a la voluntad de Dios. La abnegación dentro de la voluntad de Dios es algo muy diferente de la abnegación fuera de esta voluntad.
III. Confesión. «Ten misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en angustia; se agotan mis fuerzas a causa de mi aflicción He sido olvidado como un muerto; he venido a ser como un vaso echado a perder (vv. 9-12).
No es cosa nueva para nadie el sentir nada más que debilidad e indignidad, después de haberse entregado solemne y cordialmente a Dios. ¡Puede ser muy penoso descubrir que, en lugar de fuerza y plenitud, ha sobrevenido la consciencia de que solo somos como muertos, y como vasos echados a perder! Pero éstas son las primeras evidencias de que la consagración ha sido real y eficaz. Crucificados con Cristo, teniendo un corazón quebrantado y contrito.
IV. Petición. «En tu mano están mis tiempos; líbrame Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo» (vv. 15, 16). Habiendo encomendado su espíritu y sus «tiempos» en manos de Dios, ahora ruega el resplandor de su rostro.
Dios exige una perfecta rectitud de corazón, en confesión y en oración. El resplandor de su rostro es el perfecto remedio para aquellos que están olvidados como muertos (v. 12). El anhelo de cada corazón santo es por la «luz de su rostro» (cf. Sal. 4:6).
V. Adoración. «¡Cuán grande es tu bondad!» (v. 19). Aquellos que están totalmente consagrados a Dios encontraran la satisfacción de su alma en la bondad de Dios. El fruto más maduro de la fe es la adoración. La bondad de Dios en su Hijo Jesucristo es tan grande que debemos admirar y adorar.
VI. Alabanza. «Bendito sea Jehová, porque ha hecho admirable su misericordia para conmigo» (v. 21). Aunque la lengua nunca puede expresar el sentido abrumador de la bondad de Dios que a veces embargan el alma, tampoco puede permanecer callada.
Bendice a Jehová, oh alma mía, alábale, alábale por sus maravillosas obras de amor y de misericordia. Unete ahora al nuevo y eterno cántico: «Digno es el Cordero que fue inmolado».
VII. Exhortación. «Amad a Jehová, todos vosotros sus santos… Esforzaos todos vosotros» (v. 21). El corazón lleno de la bondad de Dios anhelará intensamente que otros le amen, confíen en Él, le sirvan, y que esperen en Él.
Oh, vosotros los separados, amad al Señor, y que el amor lleve al valor en su servicio, y él fortalecerá vuestros corazones. La vida bendita es una vida de fe en Dios para nosotros mismos, y de fe en su Evangelio para otros.
