Yo y Mi Casa Serviremos a Jehová. Bosquejo Bíblico para predicas de Josué 24:14-28
«Cuán escasos y medidos nuestros dones son, que el deber unos a otros nos hace dar Y en nosotros generosos gastamos, Y miserias para su causa damos.¿Qué le costó a Él tu alma salvar Antes que sobre Él fueras tú tu culpa a descargar?»
Se ha dicho que "la plena consagración abarca tres cosas: ser, hacer y padecer". Debemos estar dispuestos a ser, a hacer y a padecer todo lo que Dios demande. Abarca el cuerpo, el alma y el espíritu. Y éstos deben ser empleados cuando, donde y como Dios lo demande y solo en tanto que Él lo demande.
Debe hacerse de manera deliberada para todo el tiempo futuro, sin reservas, y apoyándose en el poder divino. Éste es un testimonio fiel y verdadero. Aquí tenemos:
I. Un llamamiento a la decisión. «Escogeos hoy a quien sirváis» (v. 15). No podéis servir a dos señores.
Vacilar entre las opiniones del yo y de Dios es perder el tiempo en la llanura de la destrucción, como la mujer de Lot (Lc. 16:13). «¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis?» (Ro. 6:16).
El sometimiento al pecado nos hace siervos del pecado. El sometimiento a Dios nos hace siervos de Dios.
II. Una noble decisión. Josué dijo «Pero yo y mi casa serviremos a Jehová» (v. 15). El Señor reconocerá públicamente, de alguna manera, a aquellos que, en el temor de Dios, mandan a sus hijos y a su casa (Gn. 18:19).
Pero que sea una decisión individual: «Pero yo». «¿Qué quieres que haga?» Cada uno dará a Dios cuenta de sí. Servir al Señor implica hacer de Él tu Señor. No yo, mas Cristo. Uno es vuestro Maestro. ¿Quién es? ¿El yo, o el Cristo?
III. Una reflexión inspiradora. El pueblo respondió y dijo: «Jehová nuestro Dios es el que nos sacó a nosotros y a nuestros padres de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre; el que ha hecho estas grandes señales, y nos ha guardado por todo el camino…, y… arrojó de delante de nosotros… al amorreo…; nosotros, pues, también serviremos a Jehová» (vv. 16-18).
El hecho de llamar a la memoria las bondades pasadas de Dios los llevó a una rendición total de sí mismos a Él.
¿Nos llevará la memoria de los padecimientos de Cristo y su victoria por nosotros a darnos en leal servicio para Él? «No sois vuestros, porque fuisteis comprados por precio; por ello glorificad a Dios en vuestros cuerpos y en vuestros espíritus, que son de Él.»
IV. Una declaración solemne. Josué les dijo: «No podréis servir a Jehová, porque Él es Dios santo, y Dios celoso» (v. 19). Es fácil decir que serviremos al Señor, pero es muy diferente llevarlo a la práctica diaria (véase Mateo 26:33-35).
El servicio de Dios es un servicio santo, y solo los santos pueden llevarlo a cabo (Lv. 19:2). «¿Quién podrá estar delante de Jehová, el Dios santo?» (1 Samuel 6:20). Los purificados por la sangre y llenos del Espíritu.
No podéis servir a Dios si Mamón o el yo tiene autoridad alguna sobre vosotros, porque Él es un Dios celoso, celoso debido a que Él es Amor (1 Jn. 4:8).
V. Una decidida afirmación. «No, sino que a Jehová serviremos… Testigos somos» (vv. 21, 22). Se constituyeron en testigos contra ellos mismos de que habían escogido al Señor para servirlo.
Pedro y el resto de los discípulos afirmaron que antes morirían que negar a su Señor, pero todos lo abandonaron, y huyeron, cuando sobrevino el peligro.
La confianza propia es el brazo de la carne, que falla. Una voluntad fuerte puede ser una bendición o un lazo. Todo depende de si su fuerza es meramente humana, o divina. Solamente esfuérzate y sé muy valiente (Jos. 1:7).
VI. Una condición indispensable. «Quitad, pues, ahora los dioses ajenos que están entre vosotros, e inclinad vuestro corazón a Jehová Dios», etc. (v. 23). Si el Señor debe ser servido se debe echar fuera todo otro dios usurpador, e inclinar del todo el corazón al Señor, para que se apoye solo en Él.
Todo lo que tome el puesto que solo el Señor debiera tener en nuestros corazones es un dios ajeno a Él; aquello con lo que Él no puede tener comunión alguna.
El servicio debe ir siempre asociado con la santidad. La obra para Dios tiene que ser el fruto de la consagración personal a Dios. David no quería ofrecer a Dios lo que no le costara nada (2 S. 24:24).
El ministerio del Hijo del Hombre era poner su vida (Mt. 20:28). Así que nosotros deberíamos darnos primeramente a nosotros mismos al Señor. «Y no como lo esperábamos, sino que se dieron a sí mismos primeramente al Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios» (2 Co. 8:5).