Cuide Su Corazón, Prque de él Mana la vida
¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón. Salmos 44.21
Es relativamente fácil de confesar y abandonar las obras del pecado, los pecados de omisión y el pecado no intencional. Pero los pecados de nuestra vida mental son pecados que manchan el alma, pecados perjudiciales al carácter.
Si permitimos que nuestros pensamientos sean influenciados por los valores del mundo, nuestra conciencia seguramente será embotada
Debido a que trabajan de manera tan directa en contra de la conciencia y la voluntad, tratarlos con honestidad y a fondo es uno de los aspectos más difíciles de la mortificación de nuestro pecado. Si alguna vez queremos ver un progreso real en la santificación, esta es un área en la que debemos atacar y destruir nuestros hábitos pecaminosos con vehemencia.
Si permitimos que nuestros pensamientos sean influenciados por los valores del mundo, nuestra conciencia seguramente será embotada. Escuchar y entretenernos con los reclamos de teologías malas o el credo egocéntrico de la moderna psicología seguramente amortiguará la conciencia.
No solo pensamientos acerca de la lujuria, la envidia y los otros pecados tradicionales, sino también pensamientos acerca de los innumerables valores falsos e ídolos de un mundo incrédulo pueden ser un obstáculo devastador para una mente pura.
El sabio en el Antiguo Testamento escribió: «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida» (Proverbios 4.23). David escribió: «Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Y todos mis caminos te son conocidos.
Pues aún no está la palabra en mi lengua, y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda» (Salmos 139.2–4). ¿Por qué, entonces, ¿algunas veces no dudamos en disfrutar de los pecados en nuestra imaginación, pecados que nunca haríamos ante los demás, cuando sabemos que Dios es la audiencia de nuestros pensamientos?