Imagen

Imagen: Término usado en la Biblia en varios sentidos. A veces significa la realidad manifiesta, el carácter esencial y auténtico de algo visible (→ Revelación). Otras veces significa «la figura y sombra de las realidades» invisibles (Hebreos 8:59:23) que no es la esencia «misma de las cosas» (Hebreos 10:1). En algunos pasajes significa también «semejanza» (Génesis 1:2627) y abarca desde una simple similitud o parecido, hasta una relación íntima y la posesión de características comunes. En el Nuevo Testamento estos sentidos corresponden a tres términos griegos diferentes: eikon, typos, omoiosis.

Una de las acepciones más obvias y generalizadas de imagen es la de → Ídolos (Isaías 40:20). La Biblia se opone a ellos inexorablemente, y afirma que no responden a ninguna realidad (Isaías 40:25). Rendirles homenaje es traicionar a Dios (Salmos 78:58) y los profetas lo comparan repetidamente con el → Adulterio (Jeremías 9:214; cf. Deuteronomio 4:15–19), muestra del rigor de la aversión del Antiguo Testamento en cuanto a representar a Dios materialmente. La prohibición del decálogo (Éxodo 20:4) se basa en el hecho de que Dios no es representable: es el Dios invisible, y de ahí que en el Antiguo Testamento su presencia se exprese con el arca que no contiene más que los símbolos del poder de Dios (cf. Isaías 40:18).

«Imagen» no solo significa la materialización de la divinidad, sino también la representación falsa que no cuadra con la realidad de Dios, como lo indican las expresiones «imaginación de su corazón» o «imaginación de hombres» (Lucas 1:51Hechos 17:29). Este rechazo bíblico de la idolatría incluye todo intento de divinización del hombre (Romanos 1:23). Está vívidamente presente en la actitud de Pablo y Bernabé cuando la multitud los tomó por dioses venidos en «semejanza de hombres» (Hechos 14:11–15). Está asimismo en la base de la posición cristiana, en su conflicto con la adoración del estado (Apocalipsis 13:141514:9–11).

El Dios invisible se hizo visible en Jesucristo (Juan 14:9). Él es la imagen misma de Dios (2 Corintios 4:4Colosenses 1:15Hebreos 1:3). Esta idea está encerrada en → «Hijo» y → «Verbo», términos cargados de sentido teológico. En Génesis 1:2627, reflejado en Santiago 3:19, hallamos el concepto de que el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios. No se justifica hacer distinción entre ambos vocablos, pues se trata de paralelismo hebraico en el que una misma idea se repite con leve modificación.

Lo que sorprende es que el resto del Antiguo Testamento no se haga eco de este concepto, como cuadraría a su importancia. Pero la explicación sin duda es que la caída desfiguró, si no eliminó, la imagen original de Dios en el hombre. En su estado prístino, → Adán era imagen del que había de venir (Romanos 5:14). En el Nuevo Testamento la idea subyace en mucho del pensamiento apostólico.

Con el propósito de restaurar en el hombre la dignidad original, Dios se hace presente en la vida humana (Romanos 8:3; → Encarnación). El pasaje cristológico capital de Filipenses 2:5–11, muestra la culminación del concepto del Siervo sufriente expuesto en Isaías, especialmente en el capítulo 53. Esta humanización de Dios se estima necesaria a la redención del hombre (Hebreos 2:17). Con todo, se subraya una diferencia esencial: este Verbo hecho carne no cae en pecado (Hebreos 4:15). Por eso puede asumirlo vicariamente (2 Corintios 5:21).

La intención divina de restaurar la imagen original del hombre y rehacerlo a semejanza de Dios integra el concepto de → Redención (Romanos 8:2930Colosenses 3:10). Se trata de una completa transformación (2 Corintios 3:18) cuya meta es que lleguemos a ser semejantes a Cristo (Filipenses 3:101 Juan 3:2). Tal es la promesa cuyo cabal cumplimiento veremos más allá de la muerte (1 Corintios 15:49).

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