Préstamo
En Israel los préstamos no tenían una dimensión comercial; eran una manifestación caritativa de ayuda al necesitado (Neh 5.1–13). No se permitían los préstamos con fines de lucro (→ usura). Jehová, como único propietario de la tierra ocupada por los israelitas, exigía de ellos, como condición de su uso, que concediesen préstamo sin intereses a sus hermanos pobres.
El Antiguo Testamento prescribía que solo a los → extranjeros se les podía exigir intereses (Dt 23.20). En estos casos el acreedor recibía una → prenda como garantía, pero debía aceptarla bajo ciertas restricciones rigurosas (Éx 22.25, 27; Dt 15.1–11; 23.19, 20; 24.6, 10–13, 17). Si lo prestado se perdía, el prestatario estaba obligado a resarcir por ello al prestador (Éx 22.12, 13). En general, el préstamo solo era aprobado cuando se hacía por amor al pobre, con temor a Dios y sin fines de usura (Éx 22.25; Pr 19.17).
En el Nuevo Testamento se sigue el mismo espíritu: prestar algo sin exigir intereses, lo cual es una expresión de amor al → prójimo (Mt 5.42; Lc 6.34, 35; 11.5ss). No hay, pues, lugar para durezas ni usuras del acreedor despiadado donde todo debe ser ambiente de hermandad. No se escapa a la Sagrada Escritura esta realidad económica, sino que la ilumina con su ideal de → justicia social, que no es sino el reflejo de la justicia de Jehová.