Pueblo: El concepto bíblico de pueblo se basa tanto en la relación histórica de Dios con la nación hebrea, como también en su pacto con ella (→ Judíos) y la aplicación de este a la comunidad cristiana.
Por la selección precisa de sus palabras, los autores del Antiguo Testamento, los traductores de la Septuaginta y los escritores del Nuevo Testamento han procurado distinguir entre la población o las gentes en general, y el pueblo que Dios escogió para hacerlo suyo, su instrumento para la bendición de todos los demás habitantes de la tierra (Gn 12.3; → Elección).
El vocablo griego laós se emplea en la Septuaginta para traducir los equivalentes hebreos, y en el Nuevo Testamento se usa con el sentido de pueblo en la mayoría de los casos. Era un término poético antiguo muy poco usado en el griego contemporáneo; sin embargo, los escritores bíblicos lo prefirieron al vocablo más corriente, éthnos, por cuanto este significaba originalmente «vulgo».
Toda la tierra pertenece a Jehová, pero a Él le plugo tomar para sí a los hijos de → Israel (Éx 19.4ss; Dt 4.19, etc.), para hacer de ellos un pueblo santo (Dt 7.6, etc.). De ahí que Dios espera que su pueblo le ame, obedezca y adore (Lv 19.2; Nm 15.14; Dt 7.9; etc.) y lo llama también su esposa (Is 62.4, 5; Os 2.19). Cuando el pueblo no corresponde al amor elector de Dios, lo castiga y hasta lo repudia (Os 1.9), pero sin olvidarse del → Remanente (Ro 9.6s) al cual dará nuevo corazón para que vuelva a ser su auténtico pueblo (Jer 31.31–34).
Aunque en el Antiguo Testamento el pueblo del Señor lo constituye una nación, en el Nuevo Testamento el concepto se traspasa paulatinamente a la comunidad cristiana, o sea la → Iglesia. Ya no es cuestión de nacionalidad, sino de tener fe en Cristo Jesús. Juan el Bautista (Lc 1.17) prevé este nuevo pueblo que aparece más ampliamente con la conversión de → Cornelio (Hch 15.14) y cuya doctrina se desarrolla en las cartas de Pablo (Tit 2.14) y de Pedro (1 P 2.9s). El pueblo cristiano es heredero de las promesas de Israel (Gl 4.28) como también de sus responsabilidades ante los → «Gentiles» o extraños a la fe en Cristo.
Bibliografía:
VTB, pp. 657–664. DTB, col. 861–870. EBDM V, col. 1333–1335. P. Van Imschoot, Teología del Antiguo Testamento, Fax, Madrid, 1969, pp. 319–330.