Sabiduría: Término que en el Antiguo Testamento es traducción usual de la voz hebrea, khama, que tiene varios significados pero siempre, como todo el pensamiento hebreo, un sentido intensamente práctico. Significa destreza técnica (Éxodo 31:3, 6; Ezequiel 27:8), aptitud en artes o sagacidad en los negocios (Job 12:2, 12), ciencia mágica (Génesis 41:8), habilidad en asuntos seculares (Ezequiel 27:8, 9), discernimiento para aconsejar (2 Samuel 13:3), prudencia para gobernar (1 Reyes 3:28; 4:29–34), cordura en la vida diaria y decisiones éticas.
Consiste básicamente en aplicar bien lo que uno sabe a lo que uno hace, a fin de lograr un buen vivir. Deriva en ocasiones de la tradición de los padres y se desarrolla por la enseñanza (especialmente de la ley de Dios) o por la experiencia. También puede obtenerse como un don especial de Dios. No solo los gobernantes como Josué (Deuteronomio 34:9), David (2 Samuel 14:20) y Salomón (1 Reyes 3:9, 12) necesitan la sabiduría, sino todos en general (Proverbios 1:1–6).
La sabiduría tiene aspectos morales y religiosos, y se presenta como lo opuesto a la maldad (Proverbios 1:7; 9:10) y se extiende a toda actividad, pues el Antiguo Testamento nunca separa lo religioso de lo secular. A veces la sabiduría se relaciona estrechamente con el Espíritu de Dios, como una ciencia sobrenatural que Dios da al hombre (Génesis 41:8, 38; Deuteronomio 34:9; Isaías 11:2–6; Daniel 4:6ss).
En su sentido más amplio la sabiduría pertenece a Dios (Job 12:13; Isaías 31:2; Daniel 2:20–23) quien la manifiesta en la creación (Proverbios 3:19s; Jeremías 10:12) y en los procesos naturales (Isaías 28:23–29) e históricos (Isaías 31:2). Es Dios el que otorga la sabiduría al ser humano (Job 28:20–28).
El rey → Salomón promovió la sabiduría en Israel (1 Reyes 4:32) de manera que durante la monarquía surgió un grupo de sabios. Ciertos pasajes como Isaías 29:14; Jeremías 8:8s; 18:18; 2 Crónicas 25:16s dan la impresión de que eran consejeros en la corte real y asociados (o aun identificados) con los → escribas. Los sabios, juntamente con los profetas y sacerdotes, ayudaron a moldear la vida cultural de los hebreos.
La influencia de los sabios se ve en los libros sapienciales del Antiguo Testamento (Pr, Job, Ec, y algunos salmos). También los libros → apócrifos de Sabiduría y Eclesiástico son productos posteriores del mismo movimiento. Esta literatura toma la forma de máximas o dichos cortos que cautivan la atención (Proverbios), o de monólogos (Eclesiastés) y diálogos (Job) que enfocan el significado de la existencia o la relación entre Dios y el hombre. Varios pasajes del Nuevo Testamento muestran influencia de este género literario sapiencial.
En Proverbios 8, algunos ven una hipóstasis de la sabiduría. En Proverbios 1:20–33 y 9:1–16 se personifica. Esto no era raro en el mundo antiguo, pues hay ejemplos en Egipto y Mesopotamia, que datan desde el tercer milenio a.C., en que se solía personificar cualidades como la verdad, la justicia y la inteligencia.
La resistencia de los hebreos a la especulación abstracta produjo a veces que trataran ideales o cosas inanimadas como si tuvieran personalidad. Sin embargo, también es cierto que varias frases de Proverbios 8 se prestan para describir a Cristo y se usan así en el Nuevo Testamento (cf. 1 Corintios 1:24; Hebreos 1:2, 10).
El movimiento sapiencial no era un fenómeno aislado en el mundo antiguo. Israel conocía la sabiduría de sus vecinos. Partes de la Sabiduría de Amenémope (de Egipto) son muy parecidas a Proverbios 22:17–23:11, y la verdad es que no se sabe cuál fuera la original y cuál la derivada o si las dos dependen de una tradición cananea más antigua.
Aunque los israelitas usaron formas de expresión comunes con otros pueblos, su énfasis en la sabiduría como una guía práctica basada en la revelación de Dios y en la relación personal con Él es distintamente hebreo. El énfasis en la justicia, lo opuesto de perversidad, y en el temor de Dios, solamente se explica por la ley revelada y la religión profética.
En el Nuevo Testamento, la palabra sabiduría usualmente es traducción de la voz griega sofı́a y tiene el mismo significado que tiene en el Antiguo Testamento, con la excepción del uso especializado que de ella hace Pablo. Se usa para describir la prudencia práctica en la vida (Lucas 2:40, 52; Santiago 1:5), la ciencia de los egipcios (Hechos 7:22), la habilidad administrativa (Hechos 6:3) o de interpretar sueños (Hechos 7:10), y la habilidad para enseñar (Colosenses 1:28; 3:16).
Una vez más, la sabiduría es un don de Dios (Mateo 12:42; Lucas 21:15; 2 Pedro 3:15), necesaria para los líderes de la iglesia (Hechos 6:3) y para todos los creyentes (Efesios 1:8s; Colosenses 1:9; Santiago 1:5; 3:13–17).
Pablo contrapone la sabiduría del mundo con la sabiduría de Dios en Cristo. Critica aquella sabiduría por su orgullo, su prejuicio contra Dios y su oposición a la revelación divina (1 Corintios 3:18ss). Los que basan su vida en esta supuesta sabiduría fracasan en la esfera espiritual (Romanos 1:22; 1 Corintios 1:19–22) pues la mera especulación no da base firme para la fe. Solo el Espíritu y el poder de Dios pueden dar tal base (1 Corintios 2:1–5).
La sabiduría de Dios, en cambio (1 Corintios 1:25), proveyó una salvación gloriosa (Romanos 11:33; 1 Corintios 1:21; Efesios 3:10). Esta, que parece a los hombres locura, es realmente la cumbre de la sabiduría de Dios. Así que Cristo es la sabiduría de Dios y llega a ser la fuente de sabiduría verdadera para el creyente (1 Corintios 1:24, 30), a fin de que este entienda la voluntad de Dios (Colosenses 1:9), alcance la madurez espiritual (1 Corintios 2:6s) y consiga la dirección práctica para la vida (Efesios 5:15; cf. 2 Corintios 1:21).
Bibliografía:
DBH, col. 1742–1747. VTB, pp. 716–721. DTB, col. 937–946. A. Colunga en Los géneros literarios de la Sagrada Escritura, Flors, Madrid, 1957, pp. 191–218.