Siervo. La institución social de la esclavitud autoriza a una persona a disponer incondicionalmente de la vida y los servicios de otra persona.
En la esfera religiosa, el concepto de ser siervo expresa la obediencia absoluta del hombre a Dios y la aceptación incondicional de la voluntad divina. Ejemplo notable de esto es el apóstol Pablo, persona libre que se presenta como «esclavo de Cristo» (Romanos 1:1).
En el Antiguo Testamento hay siervos sin salario y siervos asalariados: Abraham posee 318 siervos nacidos en su casa (Génesis 14:14) y los 42.360 judíos que regresan del cautiverio son acompañados por 7.337 siervos (Esdras 2:64-65).
Hay leyes establecidas (Levítico 19:13; cf. Job 7:1ss; Malaquías 3:5) que amparan a los jornaleros contra arbitrariedades de sus patronos, porque Israel fue esclavo en Egipto, pero Dios lo sacó a → libertad (Éxodo 20:2; Levítico 25:42; Deuteronomio 15:15).
Por esta razón, en Israel se legisla respecto a la condición humana del siervo mucho más que en otros pueblos (Job 31:13ss). Dios es el Redentor (Isaías 41:14; 59:20; Jeremías 50:34). Pero por ciertos motivos se distingue entre los siervos extranjeros y los siervos israelitas.
El esclavo extranjero podía ser capturado en una guerra (Deuteronomio 21:10), comprado de mercaderes (Génesis 17:12; 37:36; Levítico 25:44ss; Éxodo 27:13) por el precio usual de 30 siclos de plata (ca. 19 dólares, Éxodo 21:32) o bien podía nacer en la casa de su patrón de un siervo de la gleba.
El patrón podía hacer con él lo que quisiera, incluso herirlo con palo, «porque es de su propiedad» (Génesis 16:6; Éxodo 21:21). Sin embargo, la ley otorgaba al siervo algunos privilegios: el patrón que lo maltrataba excesivamente podía ser castigado (Éxodo 21:20) o el siervo podía ser liberado (Éxodo 21:26, 27).
Debía permitírsele disfrutar del descanso sabático (Éxodo 20:10; 23:12), participar en las fiestas (Deuteronomio 12:12; 16:11, 14) y tener parte en el pacto con Israel por la circuncisión (Génesis 17:12, 23; Éxodo 12:44).
Eliezer de Damasco, siervo extranjero de Abraham (Génesis 15:2), goza de toda la confianza de su patrón. Saúl habla con su siervo como un hermano (1 Samuel 9:5, 10) y Sesán casa a su hija con el siervo egipcio Jarha (1 Crónicas 2:34-35).
Por otra parte, hay muchos siervos, como Agar, que huyen de sus amos por circunstancias especiales (Génesis 16:6; 1 Samuel 25:10; 1 Reyes 2:39); pero, con excepción de 1 Reyes 2:40 y Filemón 12, también se respetaba la ley que prohibía devolver al patrón el siervo que había huido (Deuteronomio 23:15).