Vanidad

Vanidad. En el Antiguo Testamento vanidad es la traducción de una palabra que da la idea de vacío insustancial y transitorio (Sal 144.4811).

Eclesiastés resume con este concepto el sentido de vacío de ciertos tipos de existencia, en particular el mundo en que este vivió (Ec 1.212.8). Vanos son también los → ÍDOLOS (Is 41.29Zac 10.2); en este caso el sentido de la palabra hebrea es de mal moral, iniquidad (Job 15.35Sal 10.7).

Con más frecuencia se traduce «vanidad» por la palabra hebrea que denota «lo que no es», lo falso, lo irreal (Sal 41.6). En Sal 4.2 y Hab 2.13 tiene el sentido de lo que ha de acabar en fracaso. Finalmente, en Is 40.172344.9 equivale a confusión, como la que caracteriza a los hacedores de ídolos.

En el Nuevo Testamento «vano» (en griego, kenós) tiene el sentido de «vacío», como en 1 Co 15.101458, haciendo hincapié en la ausencia de una cualidad esencial, o en lo que es «sin valor» o «sin resultado» (en griego, mátaios) como en 1 Co 3.20Tit 3.91 P 1.18, por lo que las cosas vanas tienen que rechazarse.

El adjetivo denota lo que merece el repudio más absoluto.
El sustantivo vanidad (en griego, mataiotes) solo aparece tres veces en el Nuevo Testamento:

  1. Romanos 8.20: la creación no ha dado el resultado que se espera a causa del pecado.
  2. Efesios 4.17: los gentiles andan en «la vanidad de su mente», es decir, sin resultado en sus esfuerzos intelectuales y morales.
  3. Segunda de Pedro 2.18: no hay resultados en el hablar grandilocuente de los falsos maestros porque son «esclavos de corrupción».
    Todo lo que se opone al primer mandamiento es vanidad, ya sean las especulaciones humanas (1 Co 3.20Ro 1.21Tit 3.19; → SABIDURÍA), ya los dioses del paganismo, ya la conducta a la que arrastran (Hch 14.151 P 1.18). Tanto el individuo como la comunidad son vanos en cuanto dejan de adherirse a la revelación de Dios en forma exclusiva. La fe (1 Co 15.17) y la religión pueden llegar a ser vanas (Stg 1.26).
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