Los Simuladores

Los simuladores construyen máscaras para protegerse del dolor, pero en el proceso, pierden la oportunidad de ser amados por quienes realmente son.

Los simuladores viven atrapados en la búsqueda de aprobación, olvidando que Dios no bendice lo ficticio, sino que trabaja en la autenticidad del corazón.

La máscara que construimos

En algún momento de nuestras vidas, muchos de nosotros hemos sentido la necesidad de crear una versión de nosotros mismos que sea más aceptable para los demás.

Este “avatar” nace como un mecanismo de defensa, especialmente cuando crecemos en entornos donde no nos sentimos amados o valorados. Sin embargo, esta máscara, aunque nos protege temporalmente del dolor, también nos aleja de nuestra autenticidad y de la relación genuina que Dios quiere tener con nosotros.

La verdad es que Dios no nos ama por lo que aparentamos ser, sino por quienes realmente somos. Él quiere trabajar en nuestro yo real, no en la imagen ficticia que hemos construido. Dejar de simular puede ser incómodo, pero es el primer paso hacia la libertad y la verdadera conexión con Dios y con los demás.

Los simuladores, el peligro de vivir para el “qué dirán”

Muchas veces, nuestra vida se convierte en una búsqueda constante de aprobación. Queremos que nos quieran, que nos acepten, y por eso nos esforzamos por ser lo que los demás esperan de nosotros. Pero vivir para el “qué dirán” es una trampa que nos aleja de Dios.

Cuando nos enfocamos en agradar a los demás, perdemos de vista lo que realmente importa: nuestra relación con Él. La Biblia nos recuerda que solo hay dos amores básicos: el amor a Dios hasta olvidarnos de nosotros mismos, o el amor a nosotros mismos hasta olvidarnos de Dios.

Renunciar a nuestra autenticidad es renunciar a la obra que Dios quiere hacer en nosotros.

Elegir el primero nos lleva a una vida de paz y propósito, mientras que el segundo nos deja vacíos y desconectados de la verdadera fuente de amor y aceptación.

Dios trabaja en lo real, no en lo ficticio

Dios no puede bendecir lo que no es real. Él no quiere trabajar en la imagen que hemos construido para impresionar a los demás, sino en nuestro corazón auténtico.

Aunque a veces nos avergoncemos de nuestro pasado, de nuestras debilidades o de nuestras circunstancias, Dios tiene un propósito en todo. Él nos eligió exactamente como somos, con nuestras historias únicas y nuestras luchas.

Renunciar a nuestra autenticidad es renunciar a la obra que Dios quiere hacer en nosotros. Debemos recordar que Él nos ama tal como somos, con nuestras imperfecciones y todo. Solo cuando dejamos de fingir y nos presentamos ante Él con honestidad, podemos experimentar Su gracia y Su poder transformador en nuestras vidas.

Conclusión:

Las crisis, las luchas y las heridas del pasado pueden llevarnos a construir máscaras para protegernos. Pero Dios nos llama a dejar de simular y a abrazar nuestra verdadera identidad en Él. No importa de dónde venimos o qué hemos pasado, Él tiene un propósito para cada uno de nosotros.

Cuando nos rendimos ante Él y dejamos que trabaje en nuestro yo real, encontramos la libertad, el amor y la paz que tanto anhelamos. Dios no nos ama por lo que hacemos, sino por quienes somos en Él. Amén.

Dante Gebel
Latest posts by Dante Gebel (see all)