![Yo soy responsable de mis reacciones y el lector es responsable de las suyas.](../imagenes/tratamos-de-justificarnos-por-nuestros-propios-errores-genesis-3-8-charles-stanley.jpg)
Tratamos de Justificarnos por Nuestros Errores
Cuando dejamos de escuchar a Dios ofrecemos excusas por nuestros errores. Génesis 3.8,9 dice que cuando Dios el Señor bajó a pasearse por el huerto al aire del día, «el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?»
No pensemos ni por un momento que Dios no sabía dónde estaba Adán. No estaba pidiendo información. Sabía exactamente dónde estaban Adán y Eva, física, emocional, espiritual y mentalmente. Adán respondió: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí» (Génesis 3.10).
Tengamos presente que Adán nunca antes había tenido miedo. Este era una experiencia emocional totalmente nueva. Se estaba ocultando por temor, así como muchos se ocultan emocional y espiritualmente. Dios dijo: «¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?» (Génesis 3.11). Él nunca hace preguntas para requerir información.
Las hace para recibir una confesión; por ello interrogó a Adán. Su trágica respuesta se encuentra en Génesis 3.12: «La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí». (Le estaba echando la culpa a otra persona.) Escuchemos el versículo siguiente: «Entonces Jehová Dios dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho? Y la mujer dijo: La serpiente me engañó, y comí» (Génesis 3.13).
¿Sabe el lector? Eso es lo que hacemos nosotros en la actualidad. Dios nos habla y sabemos con claridad lo que nos está diciendo. Tratamos de buscar una explicación para nuestro acto de desobediencia, pero Él no escucha ninguna excusa. Cuando habla y nosotros hacemos oídos sordos, nuestras coartadas no resultan aceptables. No podemos culpar a otros.
Dios había hablado en forma muy clara y concisa a Adán, quien le pasó el mensaje a Eva. Esta no podía decirle a Dios: «Se me olvidaron tus instrucciones», porque Dios había dicho claramente: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás» (Génesis 2.16,17). ¡Ahí está la cuestión!
Dado que Dios conoce nuestro futuro, nuestra personalidad y nuestra capacidad para escuchar, nunca nos va decir más de lo que podamos recibir por el momento.
De modo que no podemos culpar a nadie de no haber escuchado. En muchas ocasiones me he acercado al Señor para tratar de rogar y regatear por algunas de mis incapacidades. He tratado de explicar racionalmente mi comportamiento, transfiriendo la culpa a la muerte de mi padre cuando yo era pequeño. Luego un día Dios me mostró que no podía culpar a nadie ni a ninguna circunstancia por mi pecado y mis penas. Nada tiene que ver lo que nos haya pasado a mí o al lector. Yo soy responsable de mis reacciones y el lector es responsable de las suyas.