Una Mujer Santa
¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en su lugar santo? Solo el de manos limpias y corazón puro, el que no adora ídolos vanos ni jura por dioses falsos. Quien es así recibe bendiciones del Señor; Dios su Salvador le hará justicia.
Salmos 24:3-5
No hay ningún misterio en el concepto santidad. Toca un punto casi aterrador que hace que el corazón se pregunte si es siquiera alcanzable. Parece ser el camino correcto, pero las malezas que asfixian el camino son innumerables. ¿Cómo logramos corazones puros y manos limpias? ¿Cómo sorteamos la brecha entre nuestra maldad y nuestro deseo de ser santas?
La santidad consiste en hacer la voluntad del Padre con una sonrisa.
La Madre Teresa dijo: “La santidad consiste en hacer la voluntad del Padre con una sonrisa". Cuando el trabajo que haces para Dios te trae una alegría genuina, seguramente estés en el camino correcto. Cuando te encuentres preocupada y malhumorada por cada cosa que sientes la obligación de hacer, quizás necesites re-examinar tus motivos. Tu trabajo no puede ser santo.
Stephen Winward ofreció este comentario acerca de la santidad: “El progreso en la santidad puede medirse mejor no por la cantidad de tiempo que pasamos en oración, o por el número de veces que asistimos al culto, o por la cantidad de dinero que aportamos a la obra de Dios, ni por la amplitud y profundidad de nuestro conocimiento de la Biblia, sino por la calidad de nuestras relaciones personales".
Si la santidad dependiera de mí, no tendría recursos para avanzar. Felizmente, la santidad depende de Dios, quien nos ayuda a entender las maneras en que podemos demostrar santidad delante de él. La calidad de nuestras relaciones personales es una forma de descubrir cómo estamos siguiendo a Dios. Deja que tu corazón sea puro al acercarte al trabajo que Dios te ha dado, y haz todo con una sonrisa. Tu santidad será destacable.
