
Célebre Encuentro de dos Mujeres. Por Ivan Tapia
"Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre."
Lucas 1:44
[El Bautista saltó en el vientre de Elizabet cuando María la saludó porque Jesús estaba en el vientre de María. Así salta nuestro espíritu cuando Jesucristo nos habla o cuando conocemos a un cristiano. El Espíritu reconoce al Espíritu. Amén.]
El sacerdote Zacarías estaba casado con Elizabet descendiente del sumo sacerdote Aarón, hermano de Moisés. Ella era infertil pero el ángel Gabriel apareció a Zacarías y le dijo que Dios había escuchado sus oraciones y tendría un hijo muy especial. Se manifestaría en este niño el Espíritu Santo desde antes de nacer y tendría una misión espiritual:
"E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto." (Lucas 1:17) Sería Juan el Bautista, el precursor de Jesús. Al quinto mes de embarazo de Elizabet, el ángel Gabriel anunció a la virgen María qué tendría un hijo sin intervención de varón y lo llamaría Jesús, que significa "Dios salva".
Es la tarea más importante del cristiano anunciar a Jesucristo y su Evangelio.
Después de estos sucesos, María visitó a su prima Elizabet "Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo," (Lucas 1:41) Ese fue el momento en que Elizabeth, exclamó estas famosas palabras: "... Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre." (Lucas 1:42) Ella bendijo a María y a su Hijo Jesucristo.
Fue el encuentro de dos madres de hombres escogidos por Dios: María, la mujer más ilustre de la Historia por ser la madre del Salvador del mundo y Elizabeth la madre del profeta Juan El Bautista, que anunciaría, reconocería bautizaría a Jesús, el Mesías, el Ungido de Jehová.
Por eso se manifestó el Espíritu Santo poderosamente en el vientre de estas dos mujeres.
Ambos hijos estaban destinados al sacrificio: Jesús a ser crucificado para salvar a la Humanidad y Juan a ser decapitado por anunciar al Mesías. Ambas mujeres sufrirían la pérdida de sus hijos primogénitos pero tendrían el privilegio de ser parte de la Historia de la redención.
Como ellas, quizás nosotros no seamos los principales protagonistas de la Historia de la Iglesia o del mundo actual, pero basta con que tengamos un rol pequeño o mediano en la evangelización del mundo para sentirnos satisfechos y llenos del Espíritu Santo que nos impulsa a comunicar el amor de Dios. Es la tarea más importante del cristiano anunciar a Jesucristo y su Evangelio.