Las Vírgenes Insensatas. Mateo 25:1-12
En base de los versículos finales del capítulo precedente vemos que el propósito de esta parábola es enseñar a los siervos de Dios la necesidad de estar siempre preparados para la aparición de su Señor, y que esta preparación consiste no en echar la mirada ociosamente al cielo, sino en dedicarse activamente a aquellas cosas que le son agradables a Él.
Siempre están preparados aquellos que están haciendo su voluntad: «Dichoso aquel siervo, al cual, cuando su señor venga, le halle obrando así» (Mt. 24:46).
La buena esposa puede estar esperando la llegada de su marido, porque anhela verlo, pero si Él, cuando llegue, encuentra la casa sucia y la cena sin hacer, ¿estará satisfecho de la espera de ella? Estas vírgenes insensatas representan a aquellas personas que aparentan estar listas, pero que resultarán no preparadas. Obsérvese:
I. Su carácter irreprochable. Eran «vírgenes», sus caracteres eran irreprochables, irreprensibles ante los hombres; tipifican a una gran clase de profesos cristianos cuya vida y conducta externas están sin mancha de iniquidad.
Se encuentran en todas las esferas de la obra cristiana; los motivos de ellas no se ponen en duda un solo instante. Les encanta la compañía de las prudentes, e incluso a las prudentes les encanta gozar de su ayuda y compañía; son sumamente corteses, congenian bien, y tienen una disposición generosa.
II. Su noble intención. Salieron a recibir al esposo. Las otras van, así que ellas también lo hacen. Quieren ver al Esposo, y compartir de la fiesta de bodas. Hacen algún pequeño sacrificio por la esperanza que tienen; nunca dudan de su aptitud.
Su antitipo se encuentra aún entre nosotros: personas religiosas cuyas vidas morales son hermosas, que han sido buenos toda la vida, que nunca cuestionan su condición ante Dios, ni se imaginan que deban «nacer de nuevo». Sus intenciones son buenas, pero están ciegos con respecto a su verdadera necesidad.
III. Su irreflexiva negligencia. No tomaron consigo aceite. Toda la esperanza de ellas se cifraba en las lámparas de su profesión. Esto solo podía durar muy poco tiempo. Ellas no podían ir sin sus lámparas: las lámparas se podían ver, pero se necesitaba el invisible aceite.
Esto es un tipo de aquellos que quedan satisfechos con una semejanza externa con lo real mientras que son extraños al Espíritu Santode la promesa. El aceite en la vasija es sugerente del Espíritu de Dios en el corazón, que es el verdadero testigo de que somos hijos de Dios. Esto se mantendrá cuando todas las evidencias externas empalidezcan y fallen.
IV. Su irremediable indiferencia. Cabecearon todas, y se durmieron . El Esposo se tardaba, y ellas se cansaron y se hundieron en un estado de insensibilidad. El tiempo de espera es un tiempo de prueba para todos.
El tiempo del Esposo fue un tiempo de gracia y oportunidad para las vírgenes insensatas; ahora era su tiempo de ir y comprar el aceite que necesitaban, pero se durmieron.
Incluso un poco de legítima indulgencia con la propia satisfacción puede resultar ruinosa. Nuestro Señor ha tardado ahora más de 1.900 años; ¡que dilatada oportunidad para preparar las lámparas! Al dormirse las prudentes, no es de asombrarse que las insensatas quedaran inconscientes de su peligro. ¿Qué haces aquí, dormilón? (Jon. 1:6).
V. Su ansiosa petición. Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan. El clamor de medianoche es un clamor que las despierta. Se harán muchos alarmantes descubrimientos cuando Jesús venga. El clamor de advertencia de medianoche es seguido por este grito de alarma: Dadnos de vuestro aceite.
No tienen aceite, y el Esposo está al llegar. No están preparadas para entrar, y la puerta de la misericordia está para cerrarse. Este aceite no puede ser tomado de prestado; tiene que ser adquirido de Aquel que tiene en exclusiva el derecho de venderlo (Lc. 11:13).
Ningún mortal puede darle a otro aquello que lo hará apto para la venida del Señor. «Te aconsejo de que de Mí compres» (Ap. 3:18), dijo Él. Una cosa te falta (Mr. 10:21).
VI. Su diligente empeño. Ellas iban a comprar. Lo que sienten es una urgencia mortal, al correr hacia el pueblo más cercano, limpiándose el sudor que les cae por la frente, pero su diligencia no las salva, porque mientras ellas iban a comprar, vino el esposo. Estaban ocupadas buscando cuando hubieran debido estarse gozando.
Se puede estar haciendo uso de los medios correctos en el momento inoportuno. Aquellas que estaban preparadas, entraron; las que estaban preparándose, fueron excluidas. Tener la esperanza de estar preparado no es estar dispuesto para su venida. He aquí ahora el tiempo favorable (2 Co. 6:2). También vosotros estad preparados (Mt. 24:44).
VII. Su terrible frustración. Después vinieron también las otras vírgenes, cuando la puerta estaba ya cerrada. La única respuesta a su apremiante llamamiento de ¡Señor, señor, ábrenos! fue ésta: no os conozco. Obsérvese, una necesidad primordial para la futura comunión con Jesucristo por el poder del Espíritu Santo es un conocimiento personal con Él.
Las vírgenes insensatas esperaban poder entrar, pero se vieron excluidas. Fuera, entre los burladores y los impuros, que nunca esperaban entrar, sus nombres vírgenes no pudieron salvarlas. nicamente aquellas que conocían al Esposo entraron con Él. Amístate ahora con Él, y tendrás paz (Job. 22:21, RV). «Si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de Él (Ro. 8:9).