Isaías 25.1-12
Pero todas ellas nos dan una enseñanza que, leída a la luz de la obra de Cristo, nos habla de la promesa del reino de Dios.
La ciudad destruida (1-5). El imperio enemigo (¿Asiria?) puede parecer muy fuerte, pero no puede resistir el triunfo de la felicidad y poder de Dios (1).
Las estructuras de injusticia y de violencia del mundo que oprimen al pobre y al desvalido, por invulnerables que parezcan, serán desechas (5).
Dios es refugio seguro del oprimido, como lo expresa el v. 4.
El banquete del reino (6-9). La felicidad del futuro es descrita como un banquete (6), pero desborda en una manifestación plena: abarca todos los pueblos (7) e incluye la destrucción del dolor y la muerte (8).
No es de extrañar que el libro de Apocalipsis tome esas palabras para simbolizar el gozo de la Jerusalén celestial – del reino triunfante – (Apocalipsis 21.4).
Confianza mal ubicada (9-12). Moab había aprovechado la ocasión para atacar Jerusalén apoyándose en el poder invencible de Nabucodonosor.
Siempre hay quien se alía con el opresor para sacar tajada de la explotación del desvalido, pero su suerte está sellada como la da su aliado.
No hay que desesperar: la injusticia de este mundo será enjuiciada por Dios. Cada uno y cada grupo, o pueblo o nación, dará cuenta de Dios.
Oración. Señor, no permitas que los que nos llamamos pueblo tuyo seamos encontrados aliados con los soberbios y los injustos.