Hechos 16.11-24
¿Cómo empezó esa iglesia? Dios actuó maravillosamente en la vida de dos mujeres.
La mujer piadosa que esperaba el Evangelio (13-15). Lidia, empresaria comercial que ya conocía al Dios verdadero, aceptó a Jesucristo. ¿Qué prueba ofrece de su fidelidad a Dios (15)?
¿Hemos pensado en que de esa manera podríamos probar la fidelidad que debemos al Señor? Hoy también hay obreros del Señor necesitados de sustento, hospitalidad y comunión práctica.
La mujer endemoniada a quien el Evangelio curó (16-18). ¡Qué contraste entre esta muchacha y Lidia! Por una razón diferente esta adivina era sensible a la presencia de la verdad de Dios, y la proclamaba.
A Pablo como a Jesús, no le gustaba este tipo de “colaboración”. (Compara el versículo 18 con Marcos 1.23-25). Dios sanó a la muchacha, pero entonces empezaron los problemas.
La reacción de los intereses creados (19-24). El milagro puso fin a la exposición. Esta escena parece tomada de la historia de las misiones en tierras latinoamericanas. Falsas acusaciones de tipo político y apelaciones al nacionalismo barato.
Hasta hoy, cuando Dios actúa entre pueblos sojuzgados, los predicadores son acusados de “agitadores” o de “agentes del imperialismo yanqui”.
Y muchas autoridades temen a los intereses creados. Pero hay algo que debe motivarnos a pensar: “Si mi bolsillo no se convierte, a lo mejor yo tampoco estoy convertido”.
Oración. Señor, danos el valor de vivir y predicar el Evangelio sin temor a las transformaciones que pueda operar en nuestra vida y en la de aquellos a quienes nos dirigimos.