El espíritu divisionista se debe a un concepto equivocado del Evangelio y el ministerio cristiano. El Evangelio no viene de los hombres sino de Dios. El Evangelio es revelación de Dios que manifiesta su poder y sabiduría sólo a los que creen, al resto le es una pura tontería.
El Evangelio – entonces – no da cabida a la glorificación de los hombres, al partidismo, al culto a la personalidad, como lo hacían los corintios, y lo repetimos nosotros. Pensemos en dos ideas que surgen de esta porción y parecieran una contradicción.
Cristo, escándalo y locura (18.23). La predicación de la cruz es necedad para el hombre. Porque la cruz es signo de vergüenza pública, no de salvación, aunque para Dios es Instrumento de salvación. ¡Dios es inentendible para el mundo!
Hay que observar sin embargo que no se trata de la cruz a secas, sino de la cruz de Cristo, y esto habla de su muerte, su entrega por todos. Aún así el Evangelio no deja de ser escándalo, no contando en él los títulos o la sabiduría de los hombres, sino Cristo.
Cristo, sabiduría y poder (24-25). Si la cruz es un absurdo para el mundo, la sabiduría de éste es estupidez para Dios (25).
En todo el pasaje se nota ese tremendo contraste: la sabiduría de Dios y la sabiduría del mundo (21), Cristo escándalo y locura, y Cristo poder y sabiduría de Dios (24). Observa otro contraste en el versículo 25. ¿Cuál es? El fundamento del Evangelio es Dios; su poder, el Espíritu; su sabiduría, Cristo.
Para pensar. ¿Por qué no debemos esforzarnos por decirle a la gente que el Evangelio es racional y que conduce a todo tipo de éxito?
Oración. Cristo, reconocemos que para el mundo eres escándalo. Te damos gracias porque eres la sabiduría de Dios.