Cristo, la Sustancia de Nuestra Vida Espiritual
Cristo, vuestra vida (Colosenses 3:4)
Esta rica expresión de Pablo indica que Cristo es la fuente de nuestra vida. «A vosotros os dio vida, estando muertos en las transgresiones y en los pecados.» La misma voz que sacó a Lázaro de la tumba nos levantó en novedad de vida. Él es ahora la sustancia de nuestra vida espiritual.
Él es en nosotros la esperanza de gloria, el móvil de nuestros actos, el pensamiento central que estimula todo pensamiento. Cristo es la sustancia de nuestra vida. ¿De qué puede alimentarse el cristiano, sino de la carne y la sangre de Jesús? «Éste es el pan que descendió del cielo, para que el que de Él comiere, no muera.» ¡Oh cansados peregrinos de este desierto de pecado, nunca recibáis bocado alguno para satisfacer el hambre de vuestros espíritus, salvo el que se halla en Jesús! Cristo es el solaz de nuestra vida.
Los verdaderos goces vienen de Él; y en tiempos de prueba, su presencia es nuestra consolación. Solo por Él vale la pena vivir, y su cariño es mejor que la vida. Cristo es el objeto de nuestra fe. Como se apresura la nave para llegar al puerto, así se apresura el creyente por llegar al seno de su Salvador.
Como vuela la flecha hacia su blanco, así vuela el cristiano hacia el perfeccionamiento de la comunión con Cristo Jesús. Como el soldado lucha por su capitán, y es recompensado si triunfa, así el creyente lidia por Cristo y obtiene su triunfo en los triunfos de su Maestro. «Para él vivir es Cristo.» Cristo es el dechado de nuestra vida.
Donde existe la misma vida interior, tiene que haber, y habrá, el correspondiente desarrollo exterior; y si nosotros vivimos en estrecha comunión con el Señor Jesús, nos asemejamos a Él. Lo pondremos ante nosotros como el divino modelo, procurando andar en sus pasos hasta que, en la gloria, llegue a ser nuestra corona. ¡Oh cuán feliz, honrado y seguro se siente el cristiano cuya vida es Cristo!