«¡Pues a partir de hoy yo los bendeciré!»
Una reflexion cristiana basada en Hageo 2:19
Dios tiene ciertas fechas desde las cuales comienza a bendecirnos. En el día de consagración (Génesis 22:16, 17), el día cuando nuestro todo es rendido a él; en ese día comienzan bendiciones indecibles.
¿Hemos llegado nosotros a esa fecha?
«Fue el día veintidós de julio de mil seiscientos noventa, ese día feliz —dice Madame Guyon—, que mi alma fue librada de todos sus dolores. Ese día fui restaurada, por decirlo así, a la perfecta libertad. Ya no estuve deprimida, ni abrumada bajo la carga de la tristeza. Había pensado haber perdido a Dios, y haberlo perdido para siempre; pero lo encontré otra vez. Y él regresó a mí con magnificencia y pureza inefables.
De una manera maravillosa, difícil de explicar, todo lo que se me había quitado no solo me fue restaurado, sino restaurado con aumento y nuevas ventajas. ¡En ti, oh mi Dios, lo encuentro todo y más que todo! La paz que ahora poseía era santa, celestial, inexpresable.
Lo que había poseído años atrás, en el período de mi gozo espiritual, era consolación, paz, los dones de Dios, pero ahora que estaba totalmente rendida a la voluntad de Dios, ya sea que esa voluntad fuera consoladora o de otra manera, ahora puede decirse que poseía no solo consolación, sino al Dios de la consolación; no solo paz, sino al Dios de paz.
«Un día de esta felicidad, que consistía en simple descanso o armonía con la voluntad de Dios, fuera lo que fuera, fue suficiente para compensar años de sufrimiento.
Por cierto, no fui yo misma quien se ató a la cruz y, bajo las operaciones de una providencia inexorable, consumió, si así lo puedo decir, la sangre de la vida natural hasta la última gota. Yo no lo entendía en ese momento; pero lo entiendo ahora. Fue el Señor quien lo hizo. Fue Dios el que me destruyó para poder darme la vida verdadera».