Cualquier persona que tenga sentido por la lírica sentirá placer al leer este salmo, que es uno de los que tienen más vuelo poético.
Eso lo podemos decir no sólo por su lenguaje, sino también por las ideas que va acumulando. Señalemos algunas de sus características.
El cuidado de la creación. Algunos pensadores, sobre todo del oriente y aficionados al oriente, suelen criticar al cristianismo por ocuparse sólo de los seres humanos. Han leído poco la Biblia y particularmente no han leído este salmo.
Aquí se nos describe detalladamente cómo el Creador cuida de aquellas obras que han salido de sus manos, por medio de lo que nosotros conocemos como su Providencia.
Jesucristo mismo reiteró que Dios cuida de las aves del cielo y los lirios del campo. Aun cada hierba, dijo el maestro, es vigilada por el Señor.
¿En qué medida pensamos en esas cosas cuando tenemos oportunidad reobservar una planta, una nube, un animal casero?
El orden de la creación. Comenzando por la luz, los cielos y las fuerzas físicas y terminando con el hombre, el salmo repasa los diferentes días de la creación. Es que Dios tiene un plan para su universo. Lo tuvo al crearlo y lo mantuvo permanentemente.
A veces los hombres quieren intervenir y destruyen lo que se llama “equilibrio biológico”, trayendo así graves consecuencias.
El lenguaje poético. Esto lo observamos en las comparaciones de los primeros versos. La luz es la vestidura de Dios, los cielos son sus cortinas, las aguas son sus aposentos, las nubes su carroza, los vientos sus mensajeros y las llamas de fuego sus ministros, como lo probó en Pentecostés. ¿Hemos pensado que tenemos un Dios poeta?
Oración. Aunque posiblemente yo no sea poeta, ayúdame, Señor, a ver el mundo que tú creaste gozando de su poética belleza.